Yo no estoy con Ucrania

Los medios de manipulación masiva, los mismos que nos engañan cada día con todo, los mismos que nos insultan a los que pensamos distinto, los mismos que cambian de versión según le pagan los poderosos, los mismos que han llevado al matadero a millones de personas.

Esos que en Somalia se llamaban La Radio de las Mil Colinas para lanzar a hutus contra tutsis y fueron responsanbles de masacres guiadas por el odio, esos que ocultaron las matanzas de Stalin, esos que… bueno, no quiero cansar. Esos medios han decidido por nosotros, una vez más, quienes son los buenos y quienes los malos. Ahora en Ucrania.

Putin, el malo

Y han decidido que Putin es malo malísimo, y que el nazi Zelentsky es bueno buenísimo. Han decidido que ¡todos con Ucrania! Han decidido ¡No a la invasión! Han comenzado a recoger dinero a través de los millones de ONG que irán a parar a vaya usted a saber qué bolsillos. Pero mire, yo no estoy con Ucrania.

No hay forma de conectarte a alguna red y que no te salga un anuncio de apoyo a Ucrania. Y como se te ocurra comentar algo sobre los laboratorios de armas biológicas existentes en Ucrania (creo que eran 26) te aparecerá un verificador de la verdad diciendo que es falso. Pero mire, yo no estoy con Ucrania.

Pues yo no estoy con Ucrania

La hipocresía de esta gente no tiene límites.

Esas redes sociales que se ocupan tanto de censurar la violencia, el racismo y todas esas maldades del hombre blanco heterosexual, esas redes sociales que han censurado la canción «Esos ojitos negros» del Dúo Dinámico, por decir ¡negros! (a quién se le ocurre, por Dior). Esas redes, digo, han decidido permitir mensajes de odio, violencia y muerte contra Putin y los rusos.

No estoy con los nazis

Yo no soy amigo o simpatizante de Putin, y creo que tiene muchos muertos en sus armarios. Pero eso no significa que sus adversarios no los tengan, y mucho más repugnantes que él. Como es el caso de los nazis.

Cuando Putin dijo que iba a desnazificar el este de Ucrania, los ignorantes se echaron a reír, como poco. Y sí, hay nazis para dar y vender en Ucrania. Y no desde ahora, sino desde hace muchas décadas.

Cuando uno desea informarse, encuentra los datos. Pero si prefiere atontarse con la televisión, allá él.

A continuación incluyo dos artículos del gran analista Fernando del Pino Calvo Sotelo, que sirve para ponerse en situación del porqué lo que está ocurriendo en Ucrania.

Y como sé que hay muchas personas a las que les cansa leer (¡válgame Dios!) Don César Vidal se lo explica en este enlace. Y sólo hay que escuchar, más fácil imposible.

Donde César no da una, sino casi cincuenta razones por las que no apoya a los nazis de Ucrania.

Escúchelo, por favor, e infórmese. Luego, apoye a quien le dé la gana.

Si le parece que la información de D. César Vidal es sesgada por ser de ideología de derechas, escuche la voz de la izquierda, la de Cubainformación TV y verá que es lo mismo:

O escuche a la periodista Lara Logan, de CBS y de Fox News.

Pues nada, lo dicho, aunque en la televisión salga el rotulito de «Todos con Ucrania», que no, que yo no.

Stalin y las gallinas

Stalin y las gallinas ¿de qué va esto? Hace unos días volvía en mi coche del hospital, de pasar unas de las ITV anuales que me tocan, y vi en una pared en el barrio de Santa Lucía, una pintada con la cara de Mao Zedong y firmada por «Iniciativa Comunista».

Ya no me asombro de que haya gente tan ignorante que siga venerando a los mayores asesinos de la historia de la humanidad. Sólo me indigno.

Y esa adoración a Mao, el criminal político número uno (en cuanto a número de víctimas, 73 millones) me hizo recordar los elogios y admiraciones al número dos (28 millones), Stalin.

Stalin, caricatura
Stalin, el asesino número 2 del ranking.

También hace poco vi colgados en la Universidad y Ayuntamiento de Valencia unos carteles «En defensa de Stalin». ¿Cómo es posible eso? Lo de siempre: los medios, que hasta reciben premios Pulitzer por su manipulación y la «enseñanza». La armas preferidas de Gramsci («Tomen la educación y la cultura, y el resto se dará por añadidura»).

Vergüenza

DESESTALINIZACIÓN

Fue tal la iniquidad de aquel monstruo que incluso lo soviéticos (¡los soviéticos!) iniciaron la «desestalinización» del país en cuanto murió.

De Stalin hay información y documentación más que suficiente para hacerse una idea de lo genocida que era, al nivel de otros igual de malnacidos que él. Hace años era corriente la equiparación de tipejos como Hitler y Stalin. Hoy, sin embargo, el primero está en el infierno -merecidamente- y el otro ha sido elevado por una gran parte de la sociedad ignara a los cielos marxistas.

Un ejemplo de humor de antaño. Hoy impensable en la prensa basura humorística actual como El Jueves o Mongolia.

ENCUENTRO
– La escoria de la tierra, creo.
– El asesino sangriento de los trabajadores, supongo.

Las gallinas estalinistas

Vamos ahora con Stalin y las gallinas. O los gallinas. Como decía antes, hay toneladas de información sobre la naturaleza del comunismo en general y del estalinismo en particular. Aquí, que es un blog modestito, me voy a limitar a relatar una anécdota real, no fábula ni mito, sobre este pajarraco.

En una ocasión, estando reunido con sus colaboradores, Stalin pidió que le trajesen una gallina viva.

Con una mano la sujetó por el cuello y con la otra la fue desplumando, entre los alaridos de dolor del ave y los ojos asombrados de sus secuaces comunistas.

Stalin y la gallina desplumada.
Las gallinas estalinistas, desplumadas y agradecidas.

Cuando la hubo desplumado por completo, la puso en el suelo, se alejó de ella y empezó a arrojar
puñaditos de trigo. Los comunistas vieron, maravillados, cómo la gallina, sangrando y dolorida, corría detrás de Stalin mientras este le iba arrojando trigo alrededor de la estancia.

Luego, el dictador comunista les dijo: “Así de fácil es gobernar a los necios. Ya vieron cómo me persiguió el estúpido animal pese al dolor que le causé. Así son la mayoría de los pueblos, que siguen a sus dirigentes pese al mal que les causen, a cambio de recibir alguna baratija o algo de alimento para uno o dos días”.

Los dirigentes comunistas aprendieron la lección. Las gallinas, no. Todavía hoy siguen corriendo detrás del trigo, o de las paguitas.

La megalomía llevada a lo máximo

Todos los tiranos en la historia del mundo han sentido el deseo irrefrenable de divinizarse y ser admirados y adorados por sus contemporáneos y generaciones futuras. Ya fuese la antigua Grecia, Egipto, Roma, China, etc. la historia se ha repetido.

Pero es en el siglo XX cuando fascistas, nazis y comunistas, llegan al cénit del culto a la personalidad. Hay ejemplos para aburrir con Mussolini, Hitler y otros, pero como nos estamos ocupando aquí del «padrecito», como lo llamaban los comunistas, centrémonos en él.

Nadie le llamaba por su nombre de pila Iósif (eso podía salir caro), sino como Stalin, su apodo revolucionario, algo parecido a «hecho de acero» u «hombre de acero». Como Superman, vamos.

Los lameculos demostraron tener una mente tan fértil como ridícula a la hora de ponerle sobrenombres rimbombantes:

  • Líder y Maestro de los Trabajadores del Mundo.
  • Titán de la Revolución Mundial.
  • Gran Arquitecto del Comunismo.
  • Jardinero de la Felicidad Humana.
  • Discípulo Predilecto del Camarada Lenin.
  • Padre de los Pueblos.
  • Brillante Genio de la Humanidad.
  • Corifeo de la Ciencia.
  • Sabio Timonel.
  • Amigo Benevolente de Todos los Niños.

Y los miembros de esta secta, porque no se me ocurre llamarles de otro modo, se reían del dictador Franco porque lo llamaban Caudillo. Lo de la paja en el ojo ajeno y la viga en el propio.

¿Han oído ustedes hablar de El Ferrol del Caudillo y algún otro pueblo así? Claro, que cosas tengo. Antes existían. Bueno, pues todo eso era de risa al lado de la geografía soviética estalinista; pasen y vean.

La ciudad más grande y famosa fue Stalingrado. Pero hubo otras: Stalinsk en Siberia, Staliniri en Osetia del Sur y Stalinogorsk, en las orillas del rio Don. Imeni Stalina en Armenia, Stalinisi en su república natal, Georgia; Stalinabad en Tajikistán, Stalino en Ucrania.

Fuera de la Unión Soviética, pero dentro del orbe comunista también hubo culto al Padrecito de los Pueblos con ciudades a su nombre: Orasul Stalin en Rumanía, Qyteti Stalin en Albania. Sztalinvaros en Hungría. Stalinogrod en Polonia y Stalinstadt en la Alemania Comunista, chistosamente llamada «democrática».

Parques en la ciudades, picos en las cordilleras, calles en cualquier aldea, estatuas en cualquier plazuela, murales en cualquier pared… se llenaron de Stalin. Y en cuanto a la fotografía, de eso hay para escribir un tratado entero.

La manipulación de fotos para quitar y poner (sobre todo quitar) a los purgados y caídos en desgracia, y en los tiempos en que no existía el Photoshop, es para manuales de fotografía.

Con esto, ya he tenido suficiente para desahogarme tras ver al camarada Mao en la pared. A lo mejor un día hablo de él, más que nada por aliviar mi indignación, ya que este blog lo leen cuatro gatos, si es que llegan.

Falacia del argumento ad nauseam

Ad nauseam. En este mismo blog tengo una sección especial dedicada a las falacias. Como todo el mundo sabe (ja,ja,ja) una falacia argumentativa es una mentira escondida en un argumento que parece válido y cierto.

Falacia del argumento ad nauseam

Entre las muchas que hay, la del argumento ad nauseam o, simplificando, la falacia ad nauseam consiste, como su nombre indica, en repetir HASTA LA NÁUSEA una determinada premisa, como si insistir en lo mismo pudiera imponer su validez o falsedad.

Lo triste es que muchas veces lo consigue. Es la falacia resumida en la célebre frase del ministro de propaganda nazi Joseph Goebbels: “Una mentira repetida mil veces se convierte en verdad”.

Para muestra, basta un botón. Un ejemplo práctico de la Falacia Ad Nauseam la pone el periodista Cake Minuesa en un video cortido pero muy ilustrativo. Helo aquí.

Nada nuevo bajo el sol

No es un truco o artimaña nuevo. Existe desde siempre. Ya lo estudiaban desde los filósofos griegos hasta nuestros días. Y se aprende en política, en la vida común, en el deporte y… cómo no, en los medios de comunicación.

Contra los transportistas

En la crisis actual de los transportistas independientes (es decir, no controlados o manipulados por los llamados sindicatos de clase que son, a su vez, los manipulados por el gobierno de izquierdas) se está utilizando contra ellos a discreción.

Fascistas y de extrema derecha, es lo que más se utiliza para descalificarlos.

La ultraderecha ad nauseam

Si bien es cierto que suele funcionar y hay mucha gente que termina por tragarse el cebo, también ocurre que al recurrir a ello tan a menudo y para todo, como su nombre indica, «hasta la náusea», hay quienes ya sienten náuseas al escucharlo y empiezan a tomarlo a risa.

Es mucha la población que, hace años, tenía pavor de que les calificaran de ultraderecha y, por miedo a ello, consentían lo que no era admisible. Pero todo empezó a ser de ultraderecha, cualquier cosa, cualquier opinión que no coincidiese con la extrema izquierda que, esa sí, curiosamente, es guay y tiene buen cartel, era de extrema derecha.

Todos de ultraderecha

Hubo gente que sin ser de extrema derecha ni mucho menos, empezó a darle risa y aceptar lo que quisieran decirle. Aquello, por saturación, empezó a perder fuerza. Ahora ya, el que no es calificado de extrema derecha ya no es nadie.

Un ejemplo de ello es este camionero, que se lo toma con humor y dice las cosas claras y, sin ofender a nadie, cosa que sí hacen desde la izquierda.

¡Viva la Pepa!

Las constituciones eran -antes- cosas muy importantes. Cosas por las que, para algunos, merecía la pena morir y hasta matar.

Los gobiernos absolutistas las detestaban, los gobiernos tiránicos las abolían y los gobiernos democráticos las ensalzaban.

Ahora, como todo cambia, los gobiernos (todos, los suspuestamente democráticos también) se limitan a ignorarlas. Se las pasan por el forro del escroto, las incumplen… y no pasa nada. Para eso tienen bien sujetos y apesebrados al poder judicial. Y no digamos del cuarto poder, que ya es el primero.

La Pepa es la de arriba. La de abajo, apoyada en la barandilla es Mari Carmen. No confundamos.

La Pepa

La primera Constitución Española fue jurada en Cádiz en 1812. Ahora se cumplen 210 años. Pero sólo dos añitos después se restableció el absolutismo gracias a la intervención de los Cien Mil Hijos de San Luis, el ejército que envió Francia a petición del rey felón Fernando VII, para acabar con la libertad, y abolió la Constitución.

Incluso el grito de «Viva la Constitución» quedó prohibido. Fernando VII fue el que había dicho antes aquello de «Marchemos francamente, y yo el primero, por la senda constitucional»

Dijo aquello igual que podría haber dicho «A los 100.000 hijos de San Luis no los vamos a llamar. Se lo repito. A los 100.000 hijos de San Luis no los vamos a llamar. Si quiere se lo digo 20 veces: A los 100.000 hijos de San Luis no los vamos a llamar.» ¿Les suena?

Los liberales de entonces no se resignaron y dieron en llamarla La Pepa, puesto que había sido promulgada el 19 de marzo, día de San José, tal día como hoy.

Con lo que el grito de «Viva la Pepa» vino a encubrir al subversivo «Viva la Constitución».

Ya no es lo que era

Con el tiempo, ni las constituciones son lo que eran, ni el grito es lo que era. Perdió toda intencionalidad política y pasó a ser una pura expresión de desenfado y recocijo tal y como hoy la utilizamos.

Los únicos que sigue siendo igual que antes son los felones.

Alguien tenía que decirlo – 2

Alguien tenía que decirlo. Hace unas fechas subí un post sobre un programa de radio que yo hacía hace bastantes años en Radio Cartagena, de la SER.

Recogía allí el guión de aquel programa «Alguien tenía que decirlo» en su emisión del 21-11-1998. En el baúl de los recuerdos donde encontré aquel guión había otro más, el del sábado siguiente, 28-11-1998. Y es el siguiente:

Programa de radio «Alguien tenía que decirlo» – 28-11-1998

Buen fin de semana a todos. Siguiendo fielmente el propósito de hablar claro que me hice al iniciar este programa llamado «Alguien tenía que decirlo», vengo hoy dispuesto a denunciar nuevas gilipolladas.

Y conste que gilipollas ya es palabra aceptada por la Real Academia Española en una reciente edición de su diccionario.

Hagamos un pequeño experimento. Les voy a leer una supuesta noticia que podría oírse en cualquier emisora de radio o televisión o leerse en cualquier tipo de prensa:

«El Presidente de la Xunta de Galicia recibió el pasado domingo al President de la Generalitat de Catalunya y al Lehendakari de Euskadi en la ciudad de A Coruña donde trataron diferentes asuntos. Durante el viaje fueron escoltados por miembros desplazados de la ertzaintza y Mossos d’esquadra.«

¿Encuentran algo raro? ¿no? Bien, hagamos otra prueba. Les leo otra noticia.

«La Queen de England recibió el pasado domingo al Predisent de Deutchland y al Prèsident de France en la ciudad de London. Durante el viaje fueron escoltados por miembros desplazados de la BundesPolizei y la Gendarmerie».

En ambos casos el procedimiento ha sido el mismo: sustituir palabras del castellano por palabras de otras lenguas, sólo a que unos cambios ya nos tienen acostumbrados y a los otros todavía no.

Y yo les pregunto ¿cómo llamarían Vds. a quien así hablase, diciendo Queen en lugar de reina o London en lugar de Londres?

¿Cómo llamarían a esos que les importa un bledo la conjugación, la sintaxis y la morfología de la lengua castellana?

Pues igual llamo yo a quien dice Xunta a la Junta y A Coruña a La Coruña. Ya les dije al principio que está aceptado por la Real Academia Española.

Sí, ya sé. Hay quien me dirá que hablar así  es «políticamente correcto» y queda mejor para tener contento a alguien.

Alguien a quienes yo alabo el gusto y que, precisamente, lo que hace es defender su idioma con uñas y dientes.

Igual que hago yo con el mío. Hay que poner los puntos sobre las íes. A quienes critico no es a esos «alguien» sino a los otros que intentan contentarlos a ellos adulterando el castellano.

Porque la lengua, el idioma, es nuestro, de todos. Si es de todos también es mío. Y cuando alguien lo corrompe, está degenerando una cosa mía.

Yo, como no tengo que contentar políticamente a nadie, soy totalmente libre para denunciarlo.

Creo que del mismo modo que en los parques públicos hay unos cartelitos que dicen: «este jardín también es tuyo, cuídalo», deberían emitirse periódicamente unas cuñas que dijesen «el idioma también es tuyo, no lo adulteres».

(Ráfaga)

Antes he dicho que había gente a la que importaba un bledo la corrección en la utilización de nuestro idioma.

Por cierto ¿cómo lo llaman Vds. ¿castellano o español? Otro día hablaremos de eso. Volvamos a la frase.

Doy por hecho que ya saben que importar un bledo es lo mismo que importar absolutamente nada y ser totalmente indiferente a algo.

Pero ¿conocen el origen de ese término? La explicación está en que el bledo, según dice el diccionario, es una planta anual salsolácea, de tallos rastreros, hojas triangulares y flores rojizas, que crece en las cercanías de las fuentes.

Sus semillas se han utilizado a veces como alimento de aves de corral y también, en momentos de máxima necesidad y hambruna, esta planta ha sido alimento de personas en grado extremo de pobreza.

Pero el sabor desagradable que tiene hizo que esta planta fuese siempre objeto de menosprecio por parte del pueblo.

(Ráfaga)

Y otra expresión que he utilizado ha sido la de «poner los puntos sobre las íes«.

Esta curiosa expresión que tiene el significado aproximado de «poner las cosas en su sitio», tiene su origen en el siglo XVI, cuando se extendieron los caracteres góticos en la escritura y era muy fácil confundir dos íes juntas con una «u», por ejemplo.

Entonces, para diferenciarlas y evitar los errores, los copistas y escribanos empezaron a poner un puntito sobre cada «i», de modo que se identificara fácilmente.

Hubo quien pensó entonces que poner los puntos sobre las «íes» era una costumbre innecesaria y propia de personas excesivamente meticulosas o maniáticas del esmero.

Igual que quizás ocurra con este programa.

El éxito de poner los puntos sobre las íes fue total y la costumbre perdura todavía en nuestros días.

El éxito de «alguien tenía que decirlo», bueno…. «ustedes tendrán que decirlo».

Reflexión de 2022

Leyendo de nuevo aquel guión me quedo asombrado de cómo ha cambiado todo aquello, pero a peor. Entonces se podía defender el idioma castellano. Hoy ya hay algunos foros en los que es imposible. Dentro de poco, será delito. Al tiempo.

Alguien tenía que decirlo
La tarta era para mí porque ya entonces, en 1998, cumplía 15 años de colaboración con Radio Cartagena. Casi ná.

Verdugos de bata blanca

¿Tenemos una sanidad envidiable y de las mejores del mundo?… llevo años escuchando ese discurso absurdo y ridículo, que por supuesto nunca me he tragado.

Principalmente porque no creo en la medicina industrial.

Y en segundo lugar, porque esa aseveración es rigurosamente falsa, como ha quedado perfectamente demostrado de manera palpable y clara en los últimos dos años.

Verdugos de bata blanca

La mala praxis médica está considerada hoy por hoy, como una de las principales causas de muerte en el mundo, junto con las intoxicaciones medicamentosas.

Así que, me temo que salvo honrosas excepciones, (que por supuesto las hay).

A muchos de esos «héroes de bata blanca» como algunos les han querido bautizar, habría que llamarles «Verdugos de bata blanca» -por sus actos les conoceréis-

Ante una situación de grave atentado contra la salud pública, por parte de las autoridades políticas, gerontocidio consumado, e intento de genocidio, como ha sido esta «Plandemia».

En mi opinión solo caben dos únicas posturas, oponerse frontalmente, denunciando la mentira y desmontando esta farsa.

O convertirse en cómplices y colaboradores activos de la misma, con todo lo que eso conlleva.

Juramento hipocrático

El juramento hipocrático, que realizan todos los profesionales de la «salud”, antes de empezar a ejercer, les compromete a respetar y cumplir una serie de preceptos entre los que destacan sobre todo, «velar por la salud y el bienestar de los pacientes».

Y «jamás emplear los conocimientos médicos para violar los derechos humanos y las libertades ciudadanas, aun estando bajo amenaza»

Nuestros «verdugos de bata blanca» no solo han incumplido la mayoría de los preceptos de su propio juramento.

Además de eso, han tenido la desfachatez de señalar, amenazar y perseguir a todos aquellos verdaderos profesionales de la salud, que se han negado a secundar esta farsa.

Nosotros cumplimos ordenes“ o «tenemos que mentir para conservar nuestros puestos de trabajo» esas son las pretendidas frases exculpatorias que se repiten unos a otros en petite comité, (cuando creen que nadie les oye).

Intentando así vanamente liberarse de esa culpa que les perseguirá de por vida.

Verdugos de bata blanca

Señores “Verdugos de bata blanca», dejen de insultar a nuestra inteligencia con sus mentiras patéticas y su arrogancia de serie, eso de «Yo he estudiado una carrera» ya no funciona.

¿Por quien nos toman? se necesita empatía, intuición, sentido común, dignidad, pero sobre todo honestidad…

Para ejercer el noble oficio de ayudar a salvar vidas y sanar enfermos, y ustedes en su gran mayoría carecen de todo ello, como hemos podido comprobar durante esta plandemia.


Este texto no es mío. Es uno de los muchos que publica el rockero Mártin Sánchez en sus «Reflexiones desde la trinchera». Le he pedido permiso en tres ocasiones para reproducirlo y, no sé si porque no tiene tiempo de leer todo lo que le llega o porque no se molesta en responder, no me ha dicho ni pío Dicen que el que calla otorga, de modo que lo reproduzco tal cual, aunque añadiéndole un dibujito de mi cosecha.

Toy triste

Toy triste. Fui a tirar la basura y me encontré esta imagen desgarradora. Un juguete había sido abandonado a su suerte junto al contenedor.

Los juguetes no terminan bien en la vida real.
Toy Sad Story

Me pareció dolorosa no porque no estuviese en el contenedor de color prensa actual. Tampoco porque algún niño hubiese decidido que ya no le apetecía jugar más.

Me pareció terrible porque me quedé allí un rato esperando ver aparecer al sheriff Woody Pride al rescate, pero no vino.

Pensé que quizás esa noche libraba y, en su lugar, vendría Buzz Lightyear; seguro que él podría, ya que era capaz de ir hasta el infinito y más allá.

Pero tampoco. Me fui a casa y volví con un termo y café con leche, dispuesto a montar guardia. Seguro que llegaría el rescate, aunque fuese de la mano de Mister Potato, o de Rex, el dinosaurio (tiranosaurio es políticamente incorrecto ya, no se admiten los tiranos).

O incluso me valdría Wheezy, el pingüino ese al que se le falta el pito, y habla como Fernando Simón cuando se come una almendra. Pero no. No vino nadie.

El camión de la basura

Bueno, sí, se hizo de día y vino el camión de la basura.

Yo me fui a mi casa por miedo de que me llevara a mí también, que estoy un poco cascao ya. ¿Por qué hice aquello de pasar la noche esperando el rescate del juguete? Porque, igual que al coronel «Hannibal» Smith, el del Equipo A, me gusta que los planes salgan bien.

Me gusta que las cosas tengan un final feliz. Y estoy esperando ver alguna que sale bien, en la vida real. Me conformaría con una sola. Pero no. Las cosas solo terminan bien en el cine.

Toy triste.