«Tras el Gran Despertar Woke se esconde una ola de locura que ahoga al mundo occidental.
En nombre de la lucha contra la discriminación, esta religión surgida en las universidades estadounidenses predica verdades bastante inusuales: su «teoría de genero» sostiene que el sexo y el cuerpo no existen, y que solo cuenta la conciencia. Su «teoría crítica de la raza» afirma que todos los blancos son -somos- racistas, pero que ninguna persona «racializada» (o sea, no blanca) puede serlo. Su «epistemología del punto de vista» sostiene que todo conocimiento está localizado y que no existe ciencia objetiva, ni siquiera en las disciplinas tradicionales. El objetivo de los woke es deconstruir toda herencia cultural y científica de un Occidente al que acusan de sexista, racista y colonialista. Incluso los académico parecen haber sido seducidos por la absurdidad de estas creencias, y rechazan la razón y la tolerancia que, hasta ahora, habían sido el núcleo de su profesión». Jean-François Braunstein.
Este movimiento irracional e identitario que está o estaba poniendo en jaque a Occidente ha tenido un serio traspiés en noviembre de 2024 con la elección arrolladora y abrumadora de Donald Trump como presidente de los EEUU.
La ola de basura woke que nos invadía (y que en Europa, y especialmente España) nos sigue invadiendo, ha sido cortada en seco por ese ogro malvado que se llama Trump, con la ayuda de esos malignos ayudantes que son Milei o Bukele.
Hablando de Milei, aunque ahora se ha moderado un poco al ser presidente (qué pena) siempre llamaba a los rojos «surdos (zurdos) de mierda». Al principio me pareció fuerte pero luego, pensando, caí en la cuenta de que ellos, los zurdos de mierda, pueden llamarnos fascistas, nazis, fachas, machistas, racistas, homófobos y un largo etcétera a los que pensamos distinto y no militamos en la religión woke.
En cambio, llamarlos a ellos comunistas, o sea, seguidores de la ideología más asesina que ha habido en la historia, no les hace daño porque han ganado la batalla intelectual y han conseguido que ser comunista esté bien visto y se enorgullecen del calificativo. De modo que había que buscar algo que, para compensar, les molestase un poco. Surdos de mierda no es que sea gran cosa pero, a falta de algo mejor, puede valer, de momento.

Más tarde, me di cuenta de la afinidad que había de surdos con surdus. Y caí en la cuenta de que las casualidades no existen.
Surdus es sordo en latín. Con ella, y con el prefijo ab (connotador de origen) se forma la palabra absurdus y de ahí, absurdo.
Por lo menos en su origen se llamaba absurdo a quien hacía el ridículo por sus posiciones intelectuales o vitales contrarias a la razón, violentando la lógica. Absurda era la persona que contradecía la razón o negaba la evidencia. No hay peor sordo que el que no quiere oír.
Ridículos, contrarios a la razón, negadores de la evidencia, enemigos de la razón y la ciencia… Parece que quien acuñase la palabra «absurdo» estaba vislumbrando en el futuro el universo woke.
Así que, surdos de mierda, que dice o decía Milei, no me parece mal. Pero quizás quedaría más redonda con sordos de mierda.