Feliz Navidad

Feliz Navidad

A mi, hasta hace poco, me gustaba escri ir y mandar tarjetas navideñas. Ya desde pequeño.

Era un ritual ir a buscar las de Ferrándiz, las preferidas mías (y de tanta gente), pero que no fueran caras, porque no había perras. Habían de ser pequeñitas.

Luego estaba la espera, a ver cuándo llegaba el cartero, y qué traía. Porque si me gustaba enviarlas, también me hacía ilusión recibirlas.

Fueron pasando los años y yo escribía más, pero recibía menos. Me gustaba tanto eso de las tarjetas navideñas que llegué a devolverle el cumplido a las grandes empresas que me felicitaban a mí.

Soy gilipollas

Y sí, ya sé que soy gilipollas, pero no por lo que piensas, astuto lector. Ya sé que a las empresas le importamos un comino. También que no hay una persona detrás. Por supuesto que sé que soy un simple registro más en una base de datos automatizada.

Está claro que no hay NADIE detrás de la tarjeta que recibo. Simplemente son estrategias de mercado y no tienen nada que ver con el famoso «espíritu navideño». Soy gilipollas, pero no porque ignore todo eso.

Soy gilipollas porque creía en la magia y pensaba que mi tarjeta, la que yo enviaba, quizás le llegaba a alguien, ahora sí, a una persona de carne y hueso. Quizás una secretaria de dirección, o un encargado del correo, qué se yo. Y le alegraba el día. Ya digo, gilipollas.

Y dejando a un lado a las grandes empresas, luego estaban los particulares: familia, amigos, conocidos, etc. Esos también fueron dejando de escribir tarjetas. «Es que yo prefiero llamar por teléfono» decían. Sí, y ahorrarte el trabajo de comprar una tarjeta, escribirla, ponerle un sello y llevarla al buzón.

Pero yo, gilipollas inpertérrito, seguía escribiendo y enviando tarjetas navideñas. Aunque no me respondieran.

Llega el whatsapp

Y luego llegó el puto whatsapp, esa aplicación supuestamente gratuita, que la gente utiliza para todo. Para saludarse, para dar el pésame, para felicitar una boda, para enviar fotos del bebé, los planos de la casa, y alguno habrá intentado calentarse la leche del desayuno desplazando al microondas, pero aún no tiene potencia suficiente.

El whatsapp, esa aplicación con la que Mark Zuckerberg trafica con nuestros datos, nos espía y sabe de nosotros más que nosotros mismo.

Y empezaron los memes, esos dibujitos o animaciones simpáticos, que se utilizan para todo. Hay un meme ¡qué digo uno, cientos! para cada ocasión y cada circunstancia. Tienen un éxito indescriptible, arrasan. Evitan pensar, redactar y escribir. Ya no hace falta saber ortografía, y caligrafía ni te cuento. Incluso hay memes con sus faltas de ortografía y todo, son completísimos.

Los memes se han impuesto para sustituir a todo, incluidas las felicitaciones navideñas. Y su efecto atractivo es tal que hay gente que, cuando le llega alguno especialmente exitoso, para atribuirse un éxito que no es suyo, ya que se limita al botón «reenviar», busca entre sus contactos gente a la que lleva meses o años sin hablar ni relacionarse para poder enviárselo.

2021, fin de las tarjetas navideñas

Yo, este año de 2021, porque soy más viejo y más cascarrabias, o porque estoy más decepcionado, o porque Neptuno está a punto de salir de Piscis, vayas usted a saber, ¡por fin! he decidido no escribir tarjetas navideñas.

Tengo alguna en blanco, preparada para responder a alguien, si es que de motu proprio decide felicitarme. La educación y cortesía no las puedo perder, eso es otra cosa distinta.

Pero a los que sí que voy a responder, por whatsapp, claro, es a esos que en estas fechas, sólo en estas fechas, se acuerdan de mí para enviarme el meme de moda. Y además lo voy a hacer con otro meme, por supuesto, pero hecho por mí, no que me lo den prefabricado. Y lo iré cambiando cada año. El de la Navidad de 2021 es este. Y ya he empezado a utilizarlo.

Feliz Navidad, cabrones
Mi meme navideño 2021

Por cierto, a todo aquel que lea esto… ¡Feliz Navidad!

Una curiosidad

¿Se ha dado cuenta alguien de que whatsapp mucha gente lo escribe con mayúscula pero Dios lo escribe con minúscula? Será que las religiones están cambiando.

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