Toy triste

Toy triste

Toy triste. Fui a tirar la basura y me encontré esta imagen desgarradora. Un juguete había sido abandonado a su suerte junto al contenedor.

Los juguetes no terminan bien en la vida real.
Toy Sad Story

Me pareció dolorosa no porque no estuviese en el contenedor de color prensa actual. Tampoco porque algún niño hubiese decidido que ya no le apetecía jugar más.

Me pareció terrible porque me quedé allí un rato esperando ver aparecer al sheriff Woody Pride al rescate, pero no vino.

Pensé que quizás esa noche libraba y, en su lugar, vendría Buzz Lightyear; seguro que él podría, ya que era capaz de ir hasta el infinito y más allá.

Pero tampoco. Me fui a casa y volví con un termo y café con leche, dispuesto a montar guardia. Seguro que llegaría el rescate, aunque fuese de la mano de Mister Potato, o de Rex, el dinosaurio (tiranosaurio es políticamente incorrecto ya, no se admiten los tiranos).

O incluso me valdría Wheezy, el pingüino ese al que se le falta el pito, y habla como Fernando Simón cuando se come una almendra. Pero no. No vino nadie.

El camión de la basura

Bueno, sí, se hizo de día y vino el camión de la basura.

Yo me fui a mi casa por miedo de que me llevara a mí también, que estoy un poco cascao ya. ¿Por qué hice aquello de pasar la noche esperando el rescate del juguete? Porque, igual que al coronel «Hannibal» Smith, el del Equipo A, me gusta que los planes salgan bien.

Me gusta que las cosas tengan un final feliz. Y estoy esperando ver alguna que sale bien, en la vida real. Me conformaría con una sola. Pero no. Las cosas solo terminan bien en el cine.

Toy triste.

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