Un ficus no, mi ficus

Un ficus no, mi ficus

Leí que hay muchos tipos de ficus, y como no soy experto no me atrevo a decir de cuál es el mío. Porque eso sí lo sé, no es un ficus. Es mi ficus.

Llegó a casa hace muchos años, siendo una pequeña maceta. Luego creció y hubo de salir a la terraza. Allí siguió creciendo y se convirtió en un macetón.

Y llegó el día en que había que elegir entre no salir a la terraza o llevarle a él a otro sitio. Costó trabajo decidir entre las opciones que se presentaban; la elegida fue plantarlo en el campo, pero en una zona donde fuese visible desde casa, de modo que en un terreno  cercano despoblado fue ubicado con la inestimable ayuda de mi amigo Salva, porque hubo que sudar mucho para abrir el hoyo. La tierra allí está durísima y hay muchas piedras. 

Se le puso su correspondiente ración de estiércol en la base, antes de colocar el cepellón, se regó abundantemente y… a esperar.

Será que llega el invierno…

Llegó el invierno y, pese a los cuidados y los riegos, se estropeó. Algún hijo de vecino, le dio una patada y lo torció. No satisfecho con eso, otro día le arrancó un par de ramas.  Y las hojas se le fueron cayendo casi todas, no sé si por el maltrato, por el trasplante, por el invierno o por todo a la vez.

El caso es que apareció pelado, torcido y mutilado. Quedó entre penoso y lamentable. No era ni la sombra de aquel árbol vigoroso, verde intenso y de hojas brillantes que vivía en mi terraza.

Lo enderecé, le puse un tutor, maldije a los vándalos que lo habían atacado y… lo di por muerto.

Volvió la primavera

Terminó el invierno, llegó la primavera y ¡oh, sorpresa! empezaron a salir hojas, en las ramas que le quedaron, claro.

En el lugar de las ramas arrancadas lo que había y hay es un triste hueco. Cuando llegó el calor reanudé los riegos. En pleno verano cada día una garrafa de agua, o dos. Y en el mes de vacaciones vengo de la playa un par de días a la semana para regarlo. Así ha ido creciendo de nuevo.

Y ha creado su propio hábitat. Junto a la base, puse un recipiente que renuevo de agua a diario y se ha convertido en abrevadero para gatos, perros, pájaros y hasta avispas. También han crecido muchas plantas en su base, y eso ha convertido aquel rodal en hogar de multitud de insectos. 

Ahora ha llegado el invierno de nuevo y ha perdido parte de su color verde brillante, lo combina con el amarillo parduzco que le inoculó el otoño. Supongo que cuando llegue, de nuevo, la primavera, volverá a reforzar su crecimiento y aumentará el número de hojas.

También han salido dos conatos de nuevas ramas que se detuvieron al llegar el otoño y no sé si continuarán.

1 Comment

  1. Mari Carmen

    Espero que se haga muy alto y frondoso.

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