Atrapada

La estuve observando unos minutos. El mismo viento que la había llevado hasta allí era quien la presionaba contra la reja.

Cuando ella se cansó de ofrecer resistencia, o el viento de presionarla, tanto da, se aflojó, cambió de postura y pasó al otro lado, luego reanudó su loca y desnortada carrera otoñal, empujada otra vez el por el viento. ¿O era otra?

No sé yo si de aquello que acababa de presenciar se extraía alguna sesuda enseñanza o reflexión. Yo, desde luego, no saqué ninguna, porque tenía prisa y se me pegaban las lentejas.

Lanzarote, siempre Lanzarote

A mi perro Lanzarote le gustaba mucho este lugar. Disfrutaba haciendo ruido al caminar entre las hojas secas que se amontonan en esta verja.

Se notaba que gozaba porque lo repetía una y otra vez, de un extremo al otro.

Tristeza infinita

Lanzarote ya no está, se fue demasiado pronto, en noviembre de 2016, y no lo he superado todavía. Por eso, cuando vuelvo por aquí con mis otros perros, el lugar lo veo así: triste, oscuro, solitario, silencioso, sin ruidos de hojas.

Y con grietas y arañazos, aunque puede que eso sólo esté en mi interior.