La estuve observando unos minutos. El mismo viento que la había llevado hasta allí era quien la presionaba contra la reja.
Cuando ella se cansó de ofrecer resistencia, o el viento de presionarla, tanto da, se aflojó, cambió de postura y pasó al otro lado, luego reanudó su loca y desnortada carrera otoñal, empujada otra vez el por el viento. ¿O era otra?
No sé yo si de aquello que acababa de presenciar se extraía alguna sesuda enseñanza o reflexión. Yo, desde luego, no saqué ninguna, porque tenía prisa y se me pegaban las lentejas.