Toy story

Toy story

Esta es un historia de juguetes. Todos tenemos juguetes y, a la vez, somos juguetes de alguien.

Por ejemplo, Fangoman, el superhéroe del fango, es un simple juguete en la manos del mandamás del otro lado del Estrecho. Las cesiones que ha hecho y sigue haciendo cada día, dan para escribir una enciclopedia. ¿Porqué? Dicen que lo tienen cogido por los cataplines por lo que le robaron del móvil con el software Pegasus. Será eso. O será por el odio tradicional de la izquierda a su país. El caso es que es un juguete al que tiran del hilo desde el Magreb y baila.

No es el monarca alauita su único amo. Todos aquellos de los que necesita sus votos: independentistas catalanes, terroristas con chapela, comunistas caviar… son dueños en mayor o menor medida del juguete monclovita.

Pero él también tiene sus juguetes. Por ejemplo Fakejoo, el líder del socialismo azul, que en marzo ya pactó el reparto del CGJP aunque no se ha sabido hasta ahora, por intereses electorales. En cuanto le han pulsado el botón, ha salido disparado a firmar el reparto de jueces.

Claro que, como a Ditalcon, Audax y Minuros, los asesinos de Viriato, a él también le han dicho aquello de «Roma no paga traidores». Y todavía no se había secado la tinta de la firma del pacto de la traición cuando ya le han dicho que no tiene «poder vinculante». O sea que se los rojos seguirán haciendo lo que le salga de allí mismo.

De modo que el juguete azul es un juguete un poco cortito. Le toman el pelo como quieren, una y otra vez.

Pero no crean, que incluso él, el amigo de Marcial Dorado, tiene sus juguetes. Y esos somos nosotros. A los que quería inocular a la fuerza, saltándose todos los derechos constitucionales. Y el Tribunal Supremo tuvo que pararle los pies, por dos veces.

  • Que no Alberto, que no puedes vacunar a la gente a la fuerza, en contra de su voluntad.
  • Pues lo voy a volver a intentar.
  • Pues te vamos a decir que no otra vez.

Ya veremos cuando llegue la siguiente pandemia que están preparando. Porque cuando un tonto coge un camino, el camino se acaba, pero el Fakejoo sigue.

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