Oiga muchas veces, demasiadas, a gente que dice que vota a tal partido porque «son de los suyos».
«En mi casa siempre hemos votado a este».
Y son capaces de cambiar de pareja, de familia, de nombre, de sexo, ¡hasta de equipo de fútbol! (aunque de esto ya menos), pero no de partido al que votar. Como máximo, en caso de que la mierda ya inunde hasta las orejas a sus miembros, se quedan en casa y no votan.
Se creen, de verdad, que los disparates que cometen los gobiernos, sean los que sean, a ellos no les afectan «porque son de los suyos». Si se hunde la economía, suben los intereses, no hay trabajo, la educación desaparece, la sanidad es la de un país cuartomundista, a su madre la dejan morir en una residencia, sus nietos no saben si son hombre o mujer…. sea lo que sea. Les da igual. Y si no les da, lo aparentan repitiendo eso de que «son de los suyos».
Esa gente, esa pobre gente, me recuerda a aquel árbol que cuando veía entrar en el bosque al leñador, le decía a los otros árboles «No tengáis miedo. El mango del hacha es de los nuestros».
Angelicos.