Hay más tontos que ventanas

Oiga muchas veces, demasiadas, a gente que dice que vota a tal partido porque «son de los suyos».

«En mi casa siempre hemos votado a este».

Y son capaces de cambiar de pareja, de familia, de nombre, de sexo, ¡hasta de equipo de fútbol! (aunque de esto ya menos), pero no de partido al que votar. Como máximo, en caso de que la mierda ya inunde hasta las orejas a sus miembros, se quedan en casa y no votan.

Se creen, de verdad, que los disparates que cometen los gobiernos, sean los que sean, a ellos no les afectan «porque son de los suyos». Si se hunde la economía, suben los intereses, no hay trabajo, la educación desaparece, la sanidad es la de un país cuartomundista, a su madre la dejan morir en una residencia, sus nietos no saben si son hombre o mujer…. sea lo que sea. Les da igual. Y si no les da, lo aparentan repitiendo eso de que «son de los suyos».

Esa gente, esa pobre gente, me recuerda a aquel árbol que cuando veía entrar en el bosque al leñador, le decía a los otros árboles «No tengáis miedo. El mango del hacha es de los nuestros».

Angelicos.

Acróstico

Corrían los años 70 (entonces los años llevaban mucho prisa), Franco ya había palmado, y yo andaba en mil cosas: dibujos, ovnis, charlas de radio, portadas de libros, clases de yoga, y un largo etcétera. Además de las labores propias de mi sexo, o sea, ir al curro a diario para mantener la familia.

Me pidieron una pequeña biografía para publicar en no recuerdo dónde y se me ocurrió hacer una autobiografía, que decía así:

«Nací en Cartagena, cosa que no puede decir todo el mundo, en el año de gracia de 1954, bajo el signo del León y a la hora de la Balanza.

Desde temprana edad mostré excelentes aptitudes para nada, por lo que me dediqué a ello con ahínco.

Hice el Bachillerato en el Instituto durante la época de transición femenino-masculino, lo cual me originó no pocos problemas de identidad sexual. Terminé mis estudios con buenas notas gracias a la prodigiosa memoria de que me dotó la Naturaleza (a los siete años era capaz de recordar perfectamente mi nombre y dos apellidos).

Alguien cercano a mí oyó el refrán ese que dice «disfruta más que un tonto con un lápiz» y me regaló una caja surtidísima con cuatro colores. Comencé a decorar paredes, cortinas, baldosas y demás objeto de mi «sweet home» con gran entusiasmo de mis progenitores.

A la tercera repintada de la casa, optaron por comprarme mis primeros cuadernos de dibujo. Yo, por mi parte, hacía enormes progresos en el arte de Leopardo da Vinci (conocida fiera salvaje muy hábil en el manejo del lápiz y cuyas obras tenían mucha garra) . Sin ir más lejos, en una ocasión gané el primer premio en un concurso organizado por mi abuela en el pasillo de mi casa.

Subrepticiamente, logré introducirme en algunas revistas de humor con las que estuve colaborando hasta que cometí el craso error de pronunciar la palabra «money».

La última hazaña en la que ando metido consiste en destrozar la labor de mi amigo Juan Mediano, introduciéndome con mi lápiz guadaña entre sus versos.

Estoy felizmente casado con una mujer y soy padre de un niño y de «lo que viene». Desde aquí mis aplausos fervorosos para mi mujer por soportarme ya unos cuantos años. Soy vegetariano y practico yoga»

La caricatura

No contento con el estropicio de la biografía, me animé a hacerme una autocaricatura. Tampoco muy buena, por cierto.

Enamorado de los Ovnis. Entonces. Ahora no.

El acróstico

Todo el mundo sabe lo que es un acróstico. Y el que no lo sepa, lo consulta en la RAE.

El caso es que cuando mi citado amigo Juan Mediano leyó mi obra literaria se espantó, pero lo disimuló porque era eso, amigo. Y para compensar, me hizo un acróstico que aquí reproduzco por primera vez.

JOvial, alegre y sincero;

buen carácter, servicial-.

Jamás te contesta mal,

¡siempre atiende con esmero!

TAmbién tiene buena mano

si se pone a dibujar.

Lo mismo pinta un pajar

que el kiosko de mi hermano.

que vive… y deja vivir.

¡FEliz entre sus amigos!

¡Estimado por su jefe!

¿Estáis de acuerdo conmigo?

¡Qué buen chico es Jotaefe!

Por los cerros de Úbeda

Todos nos vamos por los cerros de Úbeda a veces, voluntariamente o no, y sabemos perfectamente lo que es: decir despropósitos o extravíos. Lo que no todos sabemos es dónde proviene esta expresión. Y quizás no lo sepa nadie de forma fehaciente, porque hay más de una versión.

Geográficamente,  los cerros de Úbeda (Jaén), hermosa ciudad Patrimonio de la Humanidad, son unas estribaciones montañosas a ambos lados de La Loma, zona entre los ríos Guadalquivir y Guadalimar, afluente del primero; zona oleícola de las más importantes de España y del mundo, si es que no es la más importante, y de la que Úbeda es su capital.

Tras la batalla de las Navas de Tolosa (1212) y la toma de Úbeda por los cristianos (1234), la mayoría de refriegas con los moros, con mayor o menor éxito, tuvieron lugar yéndose por allí precisamente, por aquellos cerros. Y quizás derive de allí la frase.

Dicen que Estrabón ya habló de aquellos cerros, cuando Úbeda se llamaba Idubeda. Y como dichos montes tienen un trazado irregular, que discurre por varios sitios, sin orden ni concierto, quizás el ir por los Cerros de Úbeda venía a ser el ir sin destino concreto alguno, por caminos que no llevan a ninguna parte determinada.

Incluso en El Quijote aparece referencia a estos cerros, aunque de una forma un tanto confusa ya que no se entiende en el mismo sentido que el que habitualmente se le da. Es Sancho Panza el que los cita, cuando dice a Don Quijote que el encantamiento de Doña Dulcinea “no es más verdad que por los Cerros de Úbeda”.

La versión más aceptada

De todas las versiones existentes, la que con más fuerza ha llegado hasta nuestros días y es la que se da por buena, quizás porque es la más graciosa, se refiere al alcalde de uno de los muchos pueblos existentes por la comarca de La Loma, que tenía una amante domiciliada en la zona de los cerros y por allá que iba él, a lomos de su mula, todo lo a menudo que sus quehaceres municipales le permitían o los impulsos de Eros le imponían.

Por los Cerros de Úbeda

Una vez, estando en un pleno municipal, el alcalde comenzó a alejarse del asunto central que les ocupaba y comenzó a divagar y a decir cosas que no venían a cuento, quizás por no estar muy al tanto de los problemas que debían ocuparle. Quizás el vivir en una zona de tanto aceite justificaría un poco el tener tremendos resbalones. El caso es que, entonces, un concejal, con mucha socarronería, le dijo al alcalde que “debía centrarse y no irse tanto por los Cerros de Úbeda”. Y así comenzó el éxito de la frase.

Se non è vero, è ben trovato.

Hoy dibujo por dibujar

Hoy, como otras veces, me siento vacío. Puede que sea un proceso normal a medida que se envejece; quizás es un recurso del cuerpo para ir haciendo más fácil el dejar esta fase que llaman vida y pasar a otro estado. El ir teniendo menos apego a lo de aquí, supongo que lo hará más llevadero. Digo yo.

Cuando no soy capaz de sentir interés por la sociedad en que vivo, hay pocas cosas que aviven esa pequeña llamita que todavía arde.

Son mi mujer, mis perros, mis libros y dibujar.

Dibujar sólo por dibujar.

Sin objetivo. Recordando los cómics que leía de pequeño, o poniendo imágenes a un chiste que me han contado, o copiando dibujos que me gustan.

Dibujar por dibujar. Ensayando estilos, probando plumillas, lápices, papeles, rotuladores. Cambiando por cambiar.

Cuando hago esas cosas, mi mente deja de pensar en gente que me rodea y que es incapaz de ver el mundo, masas de gente aborregada, entontecida con la televisión y los memes del móvil. Ovejas que caminan al matadero y que, cuando intentas (bueno, yo intentaba, ya no lo hago) ayudarles a abrir los ojos, se espantan y prefieren no saber.

Entonces, lo mejor es volver a los lápices y la tinta china. La mente se serena y es como el agua de un lago, que se queda en calma y vuelve transparente. Tan transparente como para comprobar que esto no tiene solución.

Son niños que prefieren meter la cabeza bajo las sábanas y no ver los monstruos; así desaparecen. Se ponen sus bailes del tik-tok y sus chistes de whatsapp y desaparecen los problemas del desabastecimiento, la gente deja de morir por las vacunas y las pensiones seguirán pagándose, porque sólo hay que poner la impresora a hacer billetes.

Y yo, que me siento vacío, vuelvo a intentar llenarme dibujando cualquier cosa.

Y hoy he recordado a Nydia Caro, la cantante portorriqueña que ganó el festival de la OTI en 1974 con una canción que se llamaba «Hoy solo canto por cantar». Recuerdo la letra entera, pese al tiempo transcurrido. Quizás sea porque me llegó hondo o porque la memoria es una de las pocas cosas que todavía no me fallan.

Si usted, desconocido lector, no la conoce o no la recuerda, yo se la incluyo aquí, que para eso estamos. Es una canción triste, muy adecuada para mí, hoy.

Después de escucharla una vez más, he hecho una adaptación particular a mi estado de ánimo y quedaría así, más o menos:

Estoy vacío, no siento nada, no tengo ganas ni de hablar y estoy dibujando.

Me da pereza abrir la boca para decir lo mismo que dijeron tantos, que tontería hablarle al mundo pidiendo honradez y que haya paz en todas partes si nadie escucha, lo que decimos, lo que pedimos, chiste a chiste los dibujantes.

Por eso hoy dibujo solo por dibujar, sin un motivo de preocupación, que los problemas son de cada cual y cada cual ya tiene su tik-tok.

Hoy dibujo solamente por dibujar, dibujar aunque me duela el corazón, me da lo mismo el covid que el NOM, el cambio climático, el PSOE o Vox.

Estoy vacío, no siento nada no tengo ganas ni de hablar y estoy dibujando.

Me da pereza, abrir la boca para decir lo mismo que dijeron tantos la gente quiere oír memes en whatasapp para olvidarse del dolor de nuestra tierra de nada sirven las ilusiones si un chiste jamás podrá parar la guerra.

Y como también hago dibujos para refranes, me he dibujado a mí mismo para darme ánimos y poner…

Intentaremos poner buena cara, aunque cueste.

Feliz Navidad

A mi, hasta hace poco, me gustaba escri ir y mandar tarjetas navideñas. Ya desde pequeño.

Era un ritual ir a buscar las de Ferrándiz, las preferidas mías (y de tanta gente), pero que no fueran caras, porque no había perras. Habían de ser pequeñitas.

Luego estaba la espera, a ver cuándo llegaba el cartero, y qué traía. Porque si me gustaba enviarlas, también me hacía ilusión recibirlas.

Fueron pasando los años y yo escribía más, pero recibía menos. Me gustaba tanto eso de las tarjetas navideñas que llegué a devolverle el cumplido a las grandes empresas que me felicitaban a mí.

Soy gilipollas

Y sí, ya sé que soy gilipollas, pero no por lo que piensas, astuto lector. Ya sé que a las empresas le importamos un comino. También que no hay una persona detrás. Por supuesto que sé que soy un simple registro más en una base de datos automatizada.

Está claro que no hay NADIE detrás de la tarjeta que recibo. Simplemente son estrategias de mercado y no tienen nada que ver con el famoso «espíritu navideño». Soy gilipollas, pero no porque ignore todo eso.

Soy gilipollas porque creía en la magia y pensaba que mi tarjeta, la que yo enviaba, quizás le llegaba a alguien, ahora sí, a una persona de carne y hueso. Quizás una secretaria de dirección, o un encargado del correo, qué se yo. Y le alegraba el día. Ya digo, gilipollas.

Y dejando a un lado a las grandes empresas, luego estaban los particulares: familia, amigos, conocidos, etc. Esos también fueron dejando de escribir tarjetas. «Es que yo prefiero llamar por teléfono» decían. Sí, y ahorrarte el trabajo de comprar una tarjeta, escribirla, ponerle un sello y llevarla al buzón.

Pero yo, gilipollas inpertérrito, seguía escribiendo y enviando tarjetas navideñas. Aunque no me respondieran.

Llega el whatsapp

Y luego llegó el puto whatsapp, esa aplicación supuestamente gratuita, que la gente utiliza para todo. Para saludarse, para dar el pésame, para felicitar una boda, para enviar fotos del bebé, los planos de la casa, y alguno habrá intentado calentarse la leche del desayuno desplazando al microondas, pero aún no tiene potencia suficiente.

El whatsapp, esa aplicación con la que Mark Zuckerberg trafica con nuestros datos, nos espía y sabe de nosotros más que nosotros mismo.

Y empezaron los memes, esos dibujitos o animaciones simpáticos, que se utilizan para todo. Hay un meme ¡qué digo uno, cientos! para cada ocasión y cada circunstancia. Tienen un éxito indescriptible, arrasan. Evitan pensar, redactar y escribir. Ya no hace falta saber ortografía, y caligrafía ni te cuento. Incluso hay memes con sus faltas de ortografía y todo, son completísimos.

Los memes se han impuesto para sustituir a todo, incluidas las felicitaciones navideñas. Y su efecto atractivo es tal que hay gente que, cuando le llega alguno especialmente exitoso, para atribuirse un éxito que no es suyo, ya que se limita al botón «reenviar», busca entre sus contactos gente a la que lleva meses o años sin hablar ni relacionarse para poder enviárselo.

2021, fin de las tarjetas navideñas

Yo, este año de 2021, porque soy más viejo y más cascarrabias, o porque estoy más decepcionado, o porque Neptuno está a punto de salir de Piscis, vayas usted a saber, ¡por fin! he decidido no escribir tarjetas navideñas.

Tengo alguna en blanco, preparada para responder a alguien, si es que de motu proprio decide felicitarme. La educación y cortesía no las puedo perder, eso es otra cosa distinta.

Pero a los que sí que voy a responder, por whatsapp, claro, es a esos que en estas fechas, sólo en estas fechas, se acuerdan de mí para enviarme el meme de moda. Y además lo voy a hacer con otro meme, por supuesto, pero hecho por mí, no que me lo den prefabricado. Y lo iré cambiando cada año. El de la Navidad de 2021 es este. Y ya he empezado a utilizarlo.

Feliz Navidad, cabrones
Mi meme navideño 2021

Por cierto, a todo aquel que lea esto… ¡Feliz Navidad!

Una curiosidad

¿Se ha dado cuenta alguien de que whatsapp mucha gente lo escribe con mayúscula pero Dios lo escribe con minúscula? Será que las religiones están cambiando.

Hudson, descubridor de nada

¿Sabías que hay una (enorme) bahía, un río y un estrecho que llevan el nombre del explorador inglés, Henry Hudson, pero que Hudson no descubrió absolutamente nada? 

Ya en 1525 el portugués Estevan Gómez había descubierto el río «Hudson» aunque el inglés llegó en 1609. Y otros exploradores portugueses, en la misma época que Gómez, descubrieron el estrecho y la bahía de «Hudson», aunque este no apareció por allí hasta 1607 y 1611. El inglés murió sin descubrir nada, abandonado con su hijo en un bote por su tripulación amotinada, cuando descubrieron que se guardaba la comida a escondidas mientras ellos pasaban hambre. Nunca más se supo.

¿Por qué estos accidentes geográficos llevan el nombre de Hudson y no el de quienes los descubrieron? Buena pregunta. Quizás por los portugueses, como nosotros, son PIGS y ellos son WASP.