Todos nos vamos por los cerros de Úbeda a veces, voluntariamente o no, y sabemos perfectamente lo que es: decir despropósitos o extravíos. Lo que no todos sabemos es dónde proviene esta expresión. Y quizás no lo sepa nadie de forma fehaciente, porque hay más de una versión.
Geográficamente, los cerros de Úbeda (Jaén), hermosa ciudad Patrimonio de la Humanidad, son unas estribaciones montañosas a ambos lados de La Loma, zona entre los ríos Guadalquivir y Guadalimar, afluente del primero; zona oleícola de las más importantes de España y del mundo, si es que no es la más importante, y de la que Úbeda es su capital.
Tras la batalla de las Navas de Tolosa (1212) y la toma de Úbeda por los cristianos (1234), la mayoría de refriegas con los moros, con mayor o menor éxito, tuvieron lugar yéndose por allí precisamente, por aquellos cerros. Y quizás derive de allí la frase.
Dicen que Estrabón ya habló de aquellos cerros, cuando Úbeda se llamaba Idubeda. Y como dichos montes tienen un trazado irregular, que discurre por varios sitios, sin orden ni concierto, quizás el ir por los Cerros de Úbeda venía a ser el ir sin destino concreto alguno, por caminos que no llevan a ninguna parte determinada.
Incluso en El Quijote aparece referencia a estos cerros, aunque de una forma un tanto confusa ya que no se entiende en el mismo sentido que el que habitualmente se le da. Es Sancho Panza el que los cita, cuando dice a Don Quijote que el encantamiento de Doña Dulcinea “no es más verdad que por los Cerros de Úbeda”.
La versión más aceptada
De todas las versiones existentes, la que con más fuerza ha llegado hasta nuestros días y es la que se da por buena, quizás porque es la más graciosa, se refiere al alcalde de uno de los muchos pueblos existentes por la comarca de La Loma, que tenía una amante domiciliada en la zona de los cerros y por allá que iba él, a lomos de su mula, todo lo a menudo que sus quehaceres municipales le permitían o los impulsos de Eros le imponían.
Una vez, estando en un pleno municipal, el alcalde comenzó a alejarse del asunto central que les ocupaba y comenzó a divagar y a decir cosas que no venían a cuento, quizás por no estar muy al tanto de los problemas que debían ocuparle. Quizás el vivir en una zona de tanto aceite justificaría un poco el tener tremendos resbalones. El caso es que, entonces, un concejal, con mucha socarronería, le dijo al alcalde que “debía centrarse y no irse tanto por los Cerros de Úbeda”. Y así comenzó el éxito de la frase.
Se non è vero, è ben trovato.