No sé qué pájaros son, ni sé si vienen de África o se van allí, dependiendo del invierno o la primavera. Tampoco sé si están aquí siempre y son fijos, de plantilla. No sé si cantan, silban o tararean «Despacito». No sé nada, vaya.
Bueno, sí sé que cuando salgo temprano a pasear a mis perros, siempre están ahí. Siempre.
Y parecen notas musicales sobre un pentagrama (de tres líneas, sí, ya sé que no sería un pentagrama, que seguro que alguien se indigna y hace algún comentario corrigiéndome; es una licencia poética que me tomo).
El caso es que me alegra verlos, de fondo escucho las ranas croar (en su época, claro), el asno del vecino rebuznar -en serio, tiene un asno, no es al vecino a quien me refiero- y el gallo cantar; ese siempre canta, no depende de las épocas.
Y aunque la foto es mala y está tomada con teléfono móvil malo, porque tengo dos, uno bueno y otro malo, como los polis de las películas, quise recogerlos en mi blog como agradecimiento por formar parte de la alegre banda sonora de mis madrugadas.