Mi madre admiraba a la simpática Raffaella Carrá, además de por su arte, por sus cervicales, decía. Las suyas estaban tan mal que cuando veía a la cantante y bailarina girar y oscilar la cabeza con la facilidad, se asombraba. Y decía que sólo mi perro Arturo, que no es el de la foto, podía superarla.
Arturo cogía con la boca sus juguetes de peluche y los sacudía a una lado y otro con tal violencia que parecía que se iba a descoyuntar la cabeza, pero no. Pero tanto mi madre como Arturo se fueron. Y algunos años después llegó Arquímedes, y superó tanto a Raffaella como a Arturo.
La foto que acompaña estas líneas no es la más representativa pero hasta ahora no he conseguido otra mejor. El caso es que Arquímedes es capaz de poner la cabeza, no ya en ángulo de 180º como aparece aquí, sino hasta 270º. A veces da miedo, parece que se va a partir. Y si no lo hace es que está emparentado con Regan McNeil, «la Niña del Exorcista»