Hay un refrán que dice que «la belleza del tordo es la cara delgada y el culo gordo». Pero se refiere al caballo tordo.
El tordo de hoy es un pajarico y no le gusta el calor. Por eso, cuando se acerca la primavera y comienzan a llegar las golondrinas de África, ellos cogen la maleta y se van a sitios como Siberia en busca de fresquito.
Hoy, 16 de marzo, quería hacer otro experimento como el de ayer, y también me he valido de un refrán.
A veces, algunas veces, me pongo a experimentar mezclando cosas: tintas, témperas, acuarelas, papeles, etc. Son eso solamente, simples pruebas. En ocasiones van a la papelera y otras las salvo.
En el caso de hoy, que es 15 de marzo, San Raimundo, he elegido un refrán ad hoc. Antes hice otro, pero con técnicas diferentes.
Por el 15 de marzo, San Raimundo, se pueden ver llegar oleadas de golondrinas desde África. Y sin pateras.
Hoy se cumple un año desde que abrí este nuevo blog y cerré el anterior.
Sí, el 20 de Abril de 2017 cerré el blog que tenía anteriormente por razones que no vienen al caso. Perdí las 70.000 visitas que llevaba entonces y abrí este.
Esa es la razón por la que hay entradas con fechas anteriores a 2017: porque me las traje del otro. Y además eliminé otras muchas con las que ya no estaba conforme.
No es mucho lo que se conoce de él, aunque sí de su obra. Participó en una edición de los Juegos Olímpicos y ganó una palma de oro en lucha (no sería de oro en aquellos tiempos, claro; se sobrentiende que quedó primero).
Fundó escuelas de sabiduría, fue perseguido y huyó a Crotona, donde permaneció el resto de su vida.
Su influencia política fue grande y llegó a dominar, también con las armas, amplias zonas, junto con sus discípulos.
El ingreso en sus escuelas era difícil y existen muchas anécdotas sobre ello.
Durante los dos primeros períodos de noviciado (3 y 5 años respetivamente) el candidato no tenía derecho a recibir explicaciones.
A cada una de sus preguntas, la respuesta que obtenía de los discípulos más avanzados era siempre la misma: “Ipse dixit” (Él lo dice).
Ese Él era Pitágoras, por supuesto. Al cabo de 8 años el aspirante a discípulo pasaba a ser tal discípulo y podía hablar con el Maestro.
Aunque su actividad fue fecunda en muchos ámbitos su fama, al menos entre los estudiantes, es por su archiconocido teorema. Bueno, se supone que archiconocido porque con las LOES, LOGSES, LOMCES, etc. etc. no sé, no sé.
Oscar Wilde (1854-1900) nació en Dublín. Fue uno de los escritores más brillantes de su época.
Durante la primera mitad de su vida fue un amante esposo. Posteriormente, se fue decantando por la vertiente homosexual.
Frases lapidarias
Sus frases lapidarias, de las que hay cientos, fueron siempre una mezcla de ironía, sabiduría y cinismo, donde resulta difícil en ocasiones dónde comienza lo serio y dónde la provocación.
Hay cierta tendencia (yo mismo he caído involuntariamente en el error) de asignar a Oscar Wilde frases que no eran suyas.
Parece que cuando no se recuerda el autor hay tendencia a decir «como dijo Oscar Wilde».
Y muchas veces se acierta.
Dado el prestigio intelectual que tiene y la gran cosecha de frases suyas, si “colamos” alguna falsa, parece que nadie se va a dar cuenta.
Quizás cuando alguien dice “eso no se le ocurre ni al que asó la manteca”, para expresar el colmo de las ideas absurdas o poco prácticas, está pensando en un personaje ficticio o imaginario.
Pues no te creas. Existió, y asó la manteca. Y dejó por escrito el modo de hacerlo en un recetario. Con un par.
El recetario se titulaba “Arte de cocina, pastelería, vizcochería y conservería” y data de 1616.
El cocinero era Francisco Martínez Montiño y, entre otras cosas, ideó una especie de postre que se componía en gran parte de manteca asada.
Aquel Arguiñano del siglo XV dejó bien detallado el modo de asar la manteca y elaborar aquella delicatesen.
Había que coger manteca de vaca y espetarla de un extremo a otro con un asador de palo. No podía ser metálico ya que, con el calor, la manteca se derretiría por el interior que estaba en contacto con el espetón y se saldría.
Por la misma razón, el palo no debía ser cilíndrico, sino cuadrado. Montiño pensaba en todo.
Lo de “sonreír como un gato de Cheshire” es una expresión inglesa que equivale a reír o sonreír enseñando dientes y encías.
Los aficionados a la literatura infantil lo asocian inmediatamente a Lewis Carroll (su verdadero nombre era Charles Lutwidge Dogson), autor de Alicia en el País de las Maravillas, en donde aparece el famoso gato de Cheshire, con su enigmática sonrisa y entablando charlas casi filosóficas con Alicia.
Esto es sabido por casi todo el mundo. Y también una gran parte de lectores atribuyen a Lewis Carroll la creación de dicho personaje y la frase, pero en eso están equivocados.
Una sonrisa famosa, como la de la Gioconda
Sonreír como un gato de Cheshire ya era de uso común en la sociedad inglesa bastante antes de que naciese Carroll.
De hecho, este nació en 1.832 y la frase ya aparece en una especie de guía de proverbios publicada en 1.788.
En cuanto al gato en sí, hay una gran cantidad de teorías sobre su origen, y en alguna de ellas parece que se inspiró Lewis Carroll.
Por ejemplo, en la localidad de Cheshire había unos típicos quesos con la forma de un gato sonriendo y era costumbre el ir comiéndolos de forma que lo último que quedaba era la boca y la sonrisa.
Queso del gato de Cheshire
Eso explicaría perfectamente la actividad del gato en el libro de Alicia, que iba desapareciendo hasta verse únicamente su enigmática sonrisa.
Lo que falta saber es quién fue antes, si el libro o los quesitos de Cheshire.
Otra opción es que Carroll se inspirase en una escultura en la torre de St Wilfrids Church, en Warrington, en el condado de Cheshire.
También podría haberse inspirado en una gárgola con esa apariencia en St Nicolas Church, en Cranleigh, donde su padre fue rector.
Esta es la gárgola de St. Nicholas Parish Church. Reconozcamos que se parece.
O bien en la iglesia de St Peter, donde también su padre ejerció de rector entre 1843 y 1868.
Por último, también en la localidad de Cheshire hay o hubo el dibujo de un león para el escudo de armas de un noble, que fue tan mal dibujado por el artista, que parecía más un gato que un león.
La coña marinera de los habitantes hizo famoso aquel león como “el gato de Cheshire”.
Quién sabe dónde se inspiró Lewis Carroll para su famoso gato pero, fuese donde fuese, no quita ni un ápice de mérito a la genial obra de “Alicia en el País de las Maravillas” y su segunda parte “A través del espejo”.