Era Navidad

Era Navidad cuando tomé la foto, hacía frío (sin exagerar) y se respiraba un ambiente que siempre me ha gustado y -creo- que, a pesar de todo, siempre me gustará. 

Era Navidad

Era un ambiente que, estrellitas y decoración aparte, destilaba Navidad. La inclinación de la luz solar habría bastado para subrayarlo.

Tortolitos turcos (Streptopelia decaocto)

Hace unos meses publiqué una foto de lo que, desde pequeño, había llamado «tórtola«, sin más. Así me lo enseñó mi padre. Pero luego un vecino de donde vivo ahora me dijo que eran palomas torcaces, y le creí, le supuse más enterado que a mi padre.

El caso es que hay muchas «torcaces» en la zona donde vivo, están por todas partes, y también en mi ventana, lo cual les agradezco.

Cuando la publiqué, llamándola Columba Palumbus, que es el nombre latino de la paloma torcaz, me equivoqué.

Un amable navegante de internet, Francisco Córdoba, me aclaró en un comentario que el ave fotografiada era una Tórtola Turca (Streptopelia Decaocto), lo cual he podido comprobar introduciendo el nombrecito en el buscador y viendo que, efectivamente, las imágenes que aparecían ante mis ojos eran las de los pajaritos que me rodean a diario.

Tortolitos turcos en mi ventana

Así que mi padre tenía razón: eran tórtolas; turcas, pero tórtolas, y no torcaces como me dijo el vecino-cuñao de turno. 

La próxima vez que vaya al cementerio a llevarle flores a mi viejo le pediré disculpas por haber dudado de su sabiduría.

Me he asomado luego a la ventana de mi despacho y ahora había una amorosa pareja de tortolitos. Turcos, eso sí.

Las farolas de la calle

“Las estrellas brillaban débilmente sobre las farolas de la calle. ¿Grandes soles? ¿O débiles chispas en el cielo nocturno?

Soles, se decía. Luces que servían para navegar, y que hacían señas a la mente invitándola a apartarse de las preocupaciones terrenales, pero que traspasaban el corazón con sus espadas frías.”

Olaf Stapledon, escritor y filósofo inglés. (1886-1950)  

Ábrete, sésamo

Mi pan con sésamo, que está muy bueno aunque esté mal decirlo por aquello de la modestia y tal.

Cuando hago pan, me gusta ponerle ajonjolí. Gana en sabor, y a mi familia también le gusta.

Pero, además, íntimamente, lo hago por el placer de decirle eso de ¡Ábrete, sésamo!

Sexo en la calle

Sexo callejero.

Eso es lo que me pareció el apareamiento y/o puesta de huevos de esta pareja de chinches rojas de jardín, en mi tierra llamados zapateros.

En realidad de sexo no hay nada pero quería hacer una prueba. Dicen que “el sexo vende” y que si incluyes esa palabra aumenta el número de visitas por los morbosos que esperan encontrar otra cosa.

A mí el número de visitas no me importa mucho, más bien poquito. Si me importase la estructura de este blog sería muy distinta, siguiendo los parámetros que son necesarios para que se incrementen, pero no. Lo hago para divertirme, hablar de lo que me interesa y en la forma que me resulta amena a mí.

Así que quise hacer la prueba. Vamos a ver cuántas visitas tiene esta entrada que habla de “Sexo en la calle”.