Habla pueblo, habla

Habla pueblo, habla es una canción de 1976, del grupo Vino Tinto, cuando España salía de una dictadura y daba paso a la democracia o, al menos, eso creíamos entonces.

En aquella época estaba muy bien visto que el pueblo hablase. La represión de la libertad de información, la libertad de expresión, la libertad incluso de pensamiento siempre ha estado en el manual de las dictaduras, de izquierdas o de derechas.

Te nombro cuando oscurece,
cuando nadie me ve:
escribo tu nombre
en las paredes de mi ciudad…

El verso anterior es un fragmento del poema «Yo te nombro, libertad» escrito por Paul Èluard en 1942 por la ocupación nazi de Francia. Hecho canción, fue popularizado por Nacha Guevara.

Ahora ya no está tan bien visto que el pueblo hable. Por eso se cierran cuentas de redes sociales, se insulta a los que opinan distinto, se evita que hablen los disidentes. Es una tarea compartida por fuerzas represoras de uniforme y furcias mediáticas.

Información al servicio del que pague

Furcias pagadas por los mismo dueños de las fábricas del veneno. Pero de eso escribiré otro día. Hoy quiero volver a las paredes.

Porque el «Habla pueblo, habla» como en cualquier dictadura que se precie, ha quedado de nuevo relegado a las paredes. Bueno, y a algún blog personal de esos que no ve ni el Tato, como este.

Habla pueblo, habla

¡Que hable el pueblo!

La magia de la luz

Leí una vez una frase que no recuerdo literalmente pero decía algo así como que, a veces, cuando un rayo de luz cae sobre un objeto, por pobre o sórdido que sea, como un cartel roto en un callejón, por ejemplo, puede transformarlo durante un tiempo y crear magia.

Contraluz

Fui temprano al consultorio médico para algo tan poco poético ni mágico como extraerme sangre.

Luego, al subir al coche, el sol, que ya se había despertado también, entró por entre las ramas de un ficus sediento y un parabrisas bastante falto de limpieza.

Además de recordarme que debo ser un poco más aseado con mi auto, creó un pequeño ambiente mágico que disfruté unos segundos antes de continuar con la triste rutina diaria.

Por cierto, en aquel momento, enero o febrero de 2019, aún no se había desatado la dictadura sanitaria y no daba miedo ir al ambulatorio, todavía confiaba en los sanitarios, y no tenía pánico de ir al hospital, como ahora.

¡Qué triste el punto al que hemos llegado!