Arturo, el corgi galés que nunca supo (ni quiso) dar la pata
Era un Corgi Galés de Pembroke. Nunca supo dar la pata.
En realidad ni supo ni quiso, le molestaba mucho que se las tocaran y era casi el único motivo por el que enseñaba los dientes, aunque había algún otro; también se los enseñaba a las moscas pegajosas de verano que le molestaban, en su creencia ingenua de que así las asustaría y le dejarían tranquilo.
Era inteligente, muy inteligente, el más inteligente de los que he tenido y tengo. Y era tierno y cariñoso.
Tenía un corazón muy grande, capaz de querer a todos los miembros de la familia, cercana o lejana, a los vecinos.
Especialmente a los niños, a los que buscaba para que le acariciaran.
Quería a los que venían por casa con una mínima regularidad, fuesen el peluquero, el frutero, la limpiadora o quien fuese.
Se encargaba de mostrarle su cariño todas las veces que viniera.