Nuestro queridísimo gobierno ha dictaminado ahora una nueva ley por la que estamos obligados a llevar mascarilla aunque estemos en un lugar apartado y en soledad, ya sea en medio del desierto o en la cima del Everest.
Si fuese por cuestiones de salud o prevención esto sería inútil y absurdo, pero se trata de adiestramiento y obediencia, igual que hacen (o hacían) los domadores en los circos.
Hay que decirle a los bichejos quién es el amo y acostumbrarlos a obedecer. Un collar, un bozal, una mascarilla… todo eso ayuda.
El caso es que las mascarillas ya son obligatorias en las playas. Y como sigue estando autorizado el topless y el nudismo, nos podemos encontrar cosas tan estrambóticas como esta.
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