Tengo un amigo que siempre que se encuentra ante algo evidente, en lugar de argüir que es una perogrullada, dice «eso es como cuando llega la policía a un sitio donde hay colillas y dice: aquí han fumao».
El asunto no es que sea especialmente gracioso. La gracia está en que siempre lo repita. Como ya lo conocemos, estamos esperando que diga, de un momento a otro «aquí han fumao». ¡Chupito!
Me acordé de él cuando vi el panorama. Pero lo que pensé es que allí habían estado unos guarros que habían vaciado los ceniceros del coche. No hacía falta ser Sherlock Holmes para verlo.