
El suicidio de Europa


Para reír o llorar, depende
Esta es un historia de juguetes. Todos tenemos juguetes y, a la vez, somos juguetes de alguien.
Por ejemplo, Fangoman, el superhéroe del fango, es un simple juguete en la manos del mandamás del otro lado del Estrecho. Las cesiones que ha hecho y sigue haciendo cada día, dan para escribir una enciclopedia. ¿Porqué? Dicen que lo tienen cogido por los cataplines por lo que le robaron del móvil con el software Pegasus. Será eso. O será por el odio tradicional de la izquierda a su país. El caso es que es un juguete al que tiran del hilo desde el Magreb y baila.
No es el monarca alauita su único amo. Todos aquellos de los que necesita sus votos: independentistas catalanes, terroristas con chapela, comunistas caviar… son dueños en mayor o menor medida del juguete monclovita.
Pero él también tiene sus juguetes. Por ejemplo Fakejoo, el líder del socialismo azul, que en marzo ya pactó el reparto del CGJP aunque no se ha sabido hasta ahora, por intereses electorales. En cuanto le han pulsado el botón, ha salido disparado a firmar el reparto de jueces.
Claro que, como a Ditalcon, Audax y Minuros, los asesinos de Viriato, a él también le han dicho aquello de «Roma no paga traidores». Y todavía no se había secado la tinta de la firma del pacto de la traición cuando ya le han dicho que no tiene «poder vinculante». O sea que se los rojos seguirán haciendo lo que le salga de allí mismo.
De modo que el juguete azul es un juguete un poco cortito. Le toman el pelo como quieren, una y otra vez.
Pero no crean, que incluso él, el amigo de Marcial Dorado, tiene sus juguetes. Y esos somos nosotros. A los que quería inocular a la fuerza, saltándose todos los derechos constitucionales. Y el Tribunal Supremo tuvo que pararle los pies, por dos veces.
Ya veremos cuando llegue la siguiente pandemia que están preparando. Porque cuando un tonto coge un camino, el camino se acaba, pero el Fakejoo sigue.
Fangoman es el superhéroe del fango. Disfruta en él como un cerdo en una charca.
Aunque, claro, como dicen que todos vemos reflejado en los demás aquello que llevamos dentro, Fangoman ve el fango en sus adversarios y se pasa la vida hablando de él, del fango de los otros.
Pocos personajes públicos en nuestra historia reciente o lejana han mentido tanto como él. Aunque él y sus palanganeros dicen que no son mentiras, sino «cambios de opinión».
No todo el mundo tiene una página web dedicada a sus mentiras, a su fango. Él sí.
Allá donde huela a dinero, allá donde apeste a corrupción, se presenta Fangoman.
Pero no hay peligro con la justicia. Si alguno de su trama cae en las redes de algún juez honrado (que dicen que los hay), Fangoman tiene superpoderes, pondrá en marcha la máquina del fango con los medios de comunicación, tertulianos, verificadores y demás, y rescatarán al soldado Ryan.
Pero, si, por desgracia para él, y es sentenciado, luego vendrán las amnistías, indultos y «borrados» de sentencias, como las de los EREs de Andalucía y se hará un lavado, centrifugado y secado.
Fangoman siempre sale a flote. La mierda flota.
Ha saltado la noticia (porque ahora las noticias son como ranas y saltan. No se divulgan, difunden, propagan, revelan, notifican, transmiten o propalan, no. Saltan) de que PP y PSOE pactaron ocultar la nacionalidad de los delincuentes en los medios de comunicación en 2003.
La noticia, que se repite una y otra vez, como el ajo, en los medios de desinformación, (desde 2003 no habían tenido tiempo de decirlo), tampoco es exacta. Para que fuese correcta debería decir «de los delincuentes extranjeros», puesto que el documento se llamaba Tratamiento Informativo de la Inmigración en los Medios de Comunicación Audiovisual.
¿Recuerdan cuando Julio el Califa repetía una y otra vez lo del bipartito, que eran lo mismo? La calle, no tan educada ni fina como el Califa, mucho más soez, lo que decía era «¡PSOE y PP, la misma mierda es!» ¡Qué poco caso le hacían a Julio, sólo los suyos. Y ahora ni eso, porque los «suyos» también han pactado y se han asociado con la caquita con tal de pillar cacho.
Volviendo a aquel pacto secreto (porque secreto fue, cuando no se publicó) una de las principales doctrinas era no incluir el grupo étnico ni el color de la piel. Y aquel pacto era, en principio, una «guía» o «consejos» para los medios de comunicación que dependían directamente del poder.
Pero se fue el Tío del Bigote y vino Bambi para darle una vuelta a la ceja. Sacó una guía para TODOS los medios, y también para la Policía.
Y después ya fueron viniendo más directrices sobre no asociar delincuencia e inmigración, no hablar en masculino, no utilizar palabras como avalancha, invasión, etc.
Detrás de todo este macro acuerdo sellado entre el PP y el PSOE estuvieron los principales medios generalistas del país, incluyendo las tres agencias de comunicación más grandes: Europa Press, EFE y Servimedia.
Hasta que hemos llegado a donde estamos ahora, en que ni la gente particular puede utilizar ciertas palabras y tiene que recurrir a eufemismos como «gente que no comen jamón» y similares. Es de esperar que pronto salga una ley que prohíba los eufemismos.
Se empezó metiendo la nacionalidad bajo la alfombra y acabaremos sin poder hablar porque no sabremos qué decir sin ser detenido, multado o… ajusticiado.
Tenía razón la calle: «¡PSOE y PP, la misma mierda es!»
Es de noche. Parte de la sociedad duerme. La otra parte no pega ojo pensando cómo llegar a fin de mes o qué nuevo impuesto se inventará el amado caudillo.
En la Moncloa, una guardia hace su ídem. Al pasar por un pasillo, que para eso están, para pasar, pero no pasar de ellos sino pasar por ellos, se fija en algo pequeño que brilla.
la guardia, se acerca lentamente, con precaución y paso toreros por el pasillo (no en vano, la palabra pasillo procede del paseíllo de la tauromaquia) para ver qué es aquella extraña cosa. Cuanto más lo estudia menos lo entiende, le ocurre a como a mí con las leyes progres.
Es una cosa rara, como si fuese un ojo que lo observa a él, y parece tener vida, porque se mueve. Y parece que la rehúye. La guardia no es especialmente lista ni valiente, está ahí por razones de cuota, paridad y todas esas cosas. Pero sabe que, si algo marcha mal, tiene que dar aviso. Y lo da.
Se encienden todas las alarmas -al parecer estaban apagadas para gastar poco, ser sostenibles y salvar al planeta- llaman a los GEO, si es que existen o se llaman así todavía, se reúne el Gabinete de Crisis y se preparar incluso el Falcon, por si hay que salir zumbando a la República Dominicana.
Pero lo más urgente es identificar esa cosa (o coso, o cose, porque no se debe asumir su género impunemente). Han llamado a los expertos del Comité del Covid pero, claro, no ha venido nadie porque era un Comité inventado. Llegan ministros, ministras y ministres. Nadie sabe qué es aquello. El Presidente ha venido incluso sin quitarse del todo su mascarilla de ácido hialurónico. Es muy guapo, guapísimo. Pero tampoco sabe lo que es.
Surgen multitud de teorías ¿será cosa de Putin? ¿una nueva conspiración de la ultraderecha? ¿alguna treta de Ayuso? ¿otro efecto secundario de las vacunas? ¡Que alguien piense algo, por Alá!
Al poco, vuelve la ministra, con una sonrisa de oreja a oreja.
No hacen falta los cinco días. Al día siguiente se presenta el gabinete entero, satisfechos y satisfechas, relajados y relajadas, sonrientes y sonrientas.
¡Mira que es guapo!
Oiga muchas veces, demasiadas, a gente que dice que vota a tal partido porque «son de los suyos».
«En mi casa siempre hemos votado a este».
Y son capaces de cambiar de pareja, de familia, de nombre, de sexo, ¡hasta de equipo de fútbol! (aunque de esto ya menos), pero no de partido al que votar. Como máximo, en caso de que la mierda ya inunde hasta las orejas a sus miembros, se quedan en casa y no votan.
Se creen, de verdad, que los disparates que cometen los gobiernos, sean los que sean, a ellos no les afectan «porque son de los suyos». Si se hunde la economía, suben los intereses, no hay trabajo, la educación desaparece, la sanidad es la de un país cuartomundista, a su madre la dejan morir en una residencia, sus nietos no saben si son hombre o mujer…. sea lo que sea. Les da igual. Y si no les da, lo aparentan repitiendo eso de que «son de los suyos».
Esa gente, esa pobre gente, me recuerda a aquel árbol que cuando veía entrar en el bosque al leñador, le decía a los otros árboles «No tengáis miedo. El mango del hacha es de los nuestros».
Angelicos.
Se dice, pero es mentira, que la prensa es el cuarto poder.
Quizás lo fue en su día, cuando el J’accuse de Emile Zola y todo aquello. Pero ya no. Se suponía que era un cuarto poder porque se encargaba de controlar a los otros tres clásicos: ejecutivo, legislativo y judicial. Pero es que ya, eso, tampoco. ¡Si Montesquieu resucitara, se suicidaba a los quince días! Ya no hay separación de poderes, los políticos dan pucherazos en las elecciones, los gobiernos se nombran de forma espuria y luego los mandamases nombran a los jueces. ¿Separación? Mis cojones, con perdón, están más separados que los tres poderes.
Hay un sólo poder. Uno solo. Y no sabemos quién -o quienes- son, están en la sombras. Ellos, a los que no vota nadie, eligen y ponen al mando marionetas en los gobiernos. Ellos, los que quieren que no tengamos hijos, los tienen por decenas. Ellos que critican a los reyes (puta envidia) casan a sus descendientes entre sí, formando dinastías más largas que los Capetos, los Romanov y los Trastamara juntos. Ese es el poder. Ese es el joder.
Pero volvamos a la prensa, que de eso iba la cosa. Cuando yo era joven -porque lo fui una vez, bueno varias veces- había un periódico que era el de más tirada en mi región al que mis amigos y yo llamábamos, de coña, El Pravda. Para los damnificados de la ESO, el Pravda era el diario oficial del Partido Comunista de la Unión Soviética. Y Pravda significa VERDAD.
El comunismo es una religión, de modo que el diario oficial del Partido más Comunista del Comunismo, de la Unión más Soviética de las Uniones, era la Biblia. Y si era la Biblia, lo que allí salía era Verdad. LA VERDAD.
Decía que mis amigos y yo, que entonces, pobrecillos, éramos o creíamos ser rojos, cuando íbamos a por la prensa decíamos que íbamos a comprar El Pravda. Aunque entonces, creo, era de la Iglesia. Editorial Católica (EDICA) se llamaba la empresa que lo gestionaba, según creo recordar.
Pero todo cambia. Han pasado muchos años. Estamos todos los amigos jubilados, ya no somos rojos, ahora (según dicen) somos fachas, porque en cuanto no piensas igual que ELLOS es que eres facha, machista, y mil lindezas más. Y ahora quien es «rojo» es el Pravda. No es un rojo chillón porque tiene que guardar las apariencias y en el grupo, que son Vocento Y La Madre, han de dar sensación de pluralidad, diversidad, multiculturalidad, y todo lo que conlleva el pensamiento progre único que impera. Que, en el el fondo, es el marxismo cultural, vestido con mil ropajes y nombres distintos.
Hace ya unos cuantos años, sobre siete u ocho, que decidí dejar de comprar la prensa. Ni un solo periódico ha entrado ya en mi casa desde entonces. Eso no significa que no los pague, en parte. El dinero que no desembolso es el que le daba antes al kiosquero, porque los periódicos se pagan varias veces. Y el que dice periódicos, dice televisiones, o cualquier otro medio de desinformación masiva. A saber:
Te mienten con las noticias, inventando, exagerando u ocultando. Todos están de acuerdo y siguen el dictado del poder, informan de lo mismo, a veces con las mismas palabras, a veces con otras. Te escamotean lo que les dicen que callen. Y al que dice algo distinto le acusa de lanzar bulos.
Tienen además un grupo que personajes que obedecen a los mismos amos, que se llaman «verificadores» y que se encargan de decir lo que es verdad y lo que es mentira, aunque a ellos mismos los pillen mintiendo y tengan conflictos de intereses entre sus miembros y el poder.
Pues, a pesar de todo eso, a pesar de todos sus esfuerzos y tener tanto dinero y tanta gente detrás, van bajando sus ventas, sus audiencias. La gente los va calando. El Pravda es uno de los que más ha caído. Parece que ya imprimen en total unos 4.000 ejemplares diarios cuando hace años estaban en los 110.000 o 120.000.
No hace falta ningún estudio sociológico ni estadístico, ni demoscópico o como quieran llamarlo. Sólo hay que ir al kiosco y ver los montones de periódicos y compararlos con los que había antes. A ojo, se nota que están cerca de la agonía y si no se han muerto es porque tienen respiración asistida del poder, que les inyecta (nuestro) dinero porque necesitan tener a algún vocero que diga lo que ellos quieren que se diga.
Ya saben, no es lo mismo la opinión pública que la opinión publicada.
El cuarto poder está para jodernos. Ya sólo son el cuarto joder.
Dos imágenes ajenas que reflejan la misma idea. Una es de Kap y la otra de Clovis.