Me he cruzado con un camaleón, mientras paseaba a mis perros; llevaba cierta prisa. No he podido charlar un ratico con él.
Debería ir a dar un discurso o escribir su columna de opinión, supongo. Porque digo yo que sería político o periodista.
Gente camaleónica hay de toda clase, condición y profesión, claro; pero en el mundo político y de la prensa no es que abunde, es que inunda.
Y si he apostado por político o periodista, es porque tengo un alto porcentaje de probabilidad de acierto.
Y no es que tenga yo nada contra quienes cambian de postura a lo largo de su vida, yo mismo lo he hecho. Recuerdo todavía lo que me impactó una frase que decía «Si no has cambiado de opinión con respecto a algo importante en los últimos años, tómate el pulso. Puede que estés muerto».
Pero es algo muy diferente que varíe tu opinión en razón de tus vivencias, experiencias personales, lecturas, reflexiones, etc. y varíen tu lugar en el arco de las opiniones, a mudar tus ideas -o mejor dicho, lo que dices que son tus creencias- en función de cada circunstancia del día o el lugar en que te encuentres, por no decir quien te paga más, como hacen los camaleones.
Bueno, al menos los camaleones no cambian por dinero. Son más dignos.