Esta es la modeRNA y terrible historia del flautista de Pfizerín.
Antes, cuando yo era niño, nos contaban cuentos para enseñarnos, educarnos y advertirnos. Así conocí, a través del cuento de Hamelín, las terribles consecuencias de la avaricia de unos padres que se negaron a pagar un contrato estipulado y perdieron a sus hijos.
Ahora, los cuentos son para atontarnos y manipularnos. Y nos dicen que las inyecciones son vacunas. En los propios álbumes de cromos infantiles de décadas anteriores, se explicaba que las vacunas son para evitar que contraigamos enfermedades.
Hoy, las inoculaciones que llaman vacunas, no inmunizan. Lo dicen ellos mismos. Aunque al principio decían que sí. Luego dijeron que si contraís la enfermedad, era más leve. Y tampoco. Después dijeron que aunque la contrajeras, no morías. Y tampoco. Ahora estamos esperando que digan que, si mueres, vas al cielo. Bueno, no, que ellos no creen en esas cosas. Si te mueres, te j….
Al principio de todo, cuando sacaron los pinchazos dijeron que habría varios grupos que no se inocularían: niños, embarazadas, etc. Luego decidieron que sí, las embarazadas, que antes no podían tomarse ni un paracetamol, ahora debían inocularse un tratamiento experimental en proceso de estudio, con una gran cantidad de riesgos. Pero… como siempre, «los beneficios eran superiores a los riesgos.»
Y luego, le tocó a los niños. Esos niños, cuyo riesgo de morir por el bicho eran prácticamente 0%. Aquellos niños, que durante el año que estuvimos con plandemia y sin inoculaciones, no registraron ni muertes ni ingresos hospitalarios por el bicho. Pobres niños, sí.
Los niños, que, a partir de empezar las inoculaciones, aumentaron sus muertes un 44%.
Los niños, cuyas muertes han aumentado ya un 52%.
¿Por qué insiste el flautista?
Entonces, si el riesgo de morir por el bicho era nulo y, en cambio, los efectos adversos son tan terribles ¿por qué esa insistencia en inocularlos? ¿por qué esas campañas mediáticas a favor de la masacre? Todo tiene su explicación. Hay que seguir, SIEMPRE, el trastro del dinero.
Robert Kennedy Jr., abogado y presidente de Children’s Health Defense lo explica en pocas palabras:
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