666 El número de la bestia. Lo has oído y lo has dicho, seguro.
¿Padeces de trihexafobia?
Quizás sí, y no lo sabes. Ese nombre tan raro, trihexafobia, en realidad lo es aún más, ya que la palabra real, completita, es hexacosioihexekontahexafobia.
Sirve para designar el problema que tienen (o tenéis) aquellos que padecen de un miedo insuperable e irracional, o sea, fobia, al número 666.
En realidad, aquí es todo muy raro, no solo la palabreja. Veámoslo poco a poco.
Si uno dice en cualquier conversación cotidiana “seiscientos sesenta y seis” pronto habrá cerca algún informado que dirá “¡el número de la bestia!”, (o el del diablo, o del anticristo…)
Y si su información es de luxe, además sabrá que así aparece citado en la Biblia, más específicamente en el Apocalipsis, 13:18, cuando dice: “Aquí hay sabiduría. El que tiene entendimiento cuente el número de la bestia, pues es número de hombre. Y su número es seiscientos sesenta y seis”.
Ya está. Todo claro ¿no?
No está todo tan claro
Pues no. Para unos es la marca de la bestia pero, para otros, es la marca del nombre de la bestia.
O sea, que ese número representa el nombre de alguien. Entonces ¿quién es la bestia?
Aquí es donde la historia se complica. La biblia se escribió, se supone, en hebreo, pero la versión más antigua que se conoce es una traducción en griego.
Para hacerlo más complicado, el hebreo no tiene vocales, y ni el hebreo ni el griego tenían números, sino que sus letras también eran números.
Por ejemplo, la primera griega, la alpha, esa que quieren ser todos los machos, incluidos algunos políticos populistas, es también el número 1.
Y para terminar de «arreglarlo» todo, los números romanos también son letras, aunque eso vendrá después.
Estábamos en que la traducción al griego parecía decir que esa bestia se trataba de alguien cuyo nombre equivalía a 666.
Por la época en que Juan escribió el Apocalipsis había algún candidato que otro a ser una auténtica bestia para los cristianos.
El primer candidato y preferido de los católicos es Nerón, que los persiguió con saña y la reducción numérica de su nombre equivale a 666.
¿Cómo se hace eso? Pues si se escribe Nerón Caesar en hebreo –eliminando las vocales ya que los hebreos no las utilizaban entre consonantes, las letras resultantes son:
Nun (N) Resh (R) Wav (W) Nun (N) – Qoph (Q) Samekh (S) Resh (R). Y sumando los valores de cada una de ellas tenemos: 50 (N) + 200 (R) + 6 (W) + 50 (N) + 100 (Q) + 60 (S) + 200 (R) = 666. Fácil ¿eh? Demasiado fácil, así que vamos a complicarlo un poco.
En 1985 se encontraron en Egipto, concretamente en Oxirrinco, un ciudad que fue muy importante en la antigüedad, numerosos fragmentos de papiros de gran valor que fueron analizados.
Uno de los resultados más importantes fue que algunos de esos pergaminos correspondían al Apocalipsis. Y ¡oh, sorpresa! resulta que en esta versión del Apocalipsis, al parecer aún más antigua que las otras, el número de la bestia no era 666, sino 616.
Las tres letras, en griego, que nos daban la cifra eran: JI (600) + IOTA (10) + SIGMA (6). Total: 616.
Además, tampoco es que fuese una novedad total lo del 616 porque ya San Ireneo hablaba de él, aunque fuese para decir que la buena era la 666. O sea, que se conocía el asunto desde el principio.
Y tenemos a los expertos divididos en dos bandos: los partidarios del 666 y los del 616.
Bueno, y si fuese este último el número “correcto”, ¿a quién se estaban refiriendo los cristianos codificando así su nombre? Hay un candidato perfecto: Calígula.
Su nombre real era Cayo Caesar, lo de Calígula era un apodo que le pusieron los legionarios por unas pequeñas sandalias que le hicieron de niño cuando convivió con ellos un tiempo, y de las “caligae” que era el nombre de las sandalias reglamentarias vino lo de Calígula.
El caso es que la conversión de Cayo a números es 284 y las de Caesar es 332. Sumamos 284 + 332 = 616. Perfecto.
La perfección no existe
Mmmm. Tampoco es tan perfecto. Los romanos, como ya hemos dicho unos párrafos atrás, también expresaban los números con letras. Y 666 es DCLXVI. ¿Qué significa esto?
Pues como imaginación no falta, se dice que es Domitius Caesar Legatos Xti Violenter Interfecit (Domicio César mató vilmente a los enviados de Cristo).
Ya, ya, pero ¿quién era Domicio? Pues Domicio es como se llamaba Nerón antes de ser adoptado como hijo por el emperador Claudio. Todo arreglado, volvemos a Nerón.
Bueno, no exactamente. Para otros, el acrónimo DCLXVI no se refiere a Domitius sino a Domitianus, o sea el emperador Domiciano que también fue una auténtica bestia para los cristianos, incluso peor que Nerón.
Como vemos esto se va complicando por momentos. Y para hacerlo un poco más breve resumiremos en que, como la imaginación es libre, según quién interprete los textos y sean sus intereses la bestia puede ser Nerón, Domiciano, Calígula, Satanás, etc. para los católicos.
Pero es que para Martín Lutero, mirándolo con ojos protestantes (sólo por un momento ¿eh? que no quiero quedarme con otros ojos que los míos), hace sus propias interpretaciones y el Anticristo es el Papa o incluso la propia Iglesia Católica es 666 El número de la bestia.
Y la lista se puede hacer interminable. Echándole ocurrencia y también forzando un poquito las cosas, según las fobias particulares, se puede asociar el 666 (o el 616) con todo aquello que no nos cae bien.
Ya han sido tildados de satánicos a Bill Gates, su Windows, la Coca Cola, y lo más fácil de todo: ¡internet! La famosa world wide web (www) es fácil de asociar. Cada W (equivalente a la letra “vav” en hebreo, equivale a 6), de modo que www = 666.
Hay que reconocer que, en este caso, se lo han puesto a huevo a los paranoicos trihexafóbicos.
Pero vamos a dejar aparcado lo de quién es la bestia a quien se refiere la cifra 666 (o la 616) y vamos a hablar un poco de los que padecen trihexafobia.
Condicionados por todas estas teorías desde la antigüedad y las distintas iglesias o sectas, hay personas que tienen auténtico pánico al 666 El número de la bestia. Y son más de las que quizás puedas suponer. ¿Ejemplos? Vamos allá.
- Hace relativamente poco tiempo tuvo lugar una fecha “fatídica”: el 6 de Junio de 2006 (06-06-06). Para contrarrestar tan maléfica influencia una organización evangélica de los Países Bajos hicieron una jornada de rezo de 24 horas seguidas.
- El presidente de EEUU Ronald Reagan y su mujer, Nancy, trihexafóbicos a tope, cambiaron su residencia del 666 de Saint Cloud Road al 668 en Los Ángeles, por miedo a la supuesta maldición.
- En el Parlamento Europeo se deja vacío siempre el asiento 666.
- En Honduras el prefijo telefónico 666 tuvieron que cambiarlo ante la movilización de la ciudad El Progreso, a la que había correspondido, y se lo cambiaron por el 668.
- La autopista 666 de EEUU fue renumerada en 2003 como 491.
- Jugadores de póquer consideran de mala suerte tener un trío de seises, pese a ser una buena mano.
- Moscú cambió en 1999 la línea de autobús 666. Esta sí que es buena porque el nuevo número asignado fue ¡el 616! Cuando se informen mejor los moscovitas, quizás tengan que cambiarle el número nuevamente.
¿Estamos locos o qué?
Parece que sí, porque todavía hay más.
Hay personas que le huyen al número 23 porque al dividir 2 por 3 el resultado es 0,666 periódico.
Pero eso es en el sistema en base 10. Sin embargo si nos vamos al sistema en base 12, la fracción de 2/3 es de 0,8 y, sin embargo, el 0,666 es la fracción 6/9.
O sea que, mucho ojo. Los trihexafóbicos más fundamentalistas evitan las fracciones 5/3 (1,666), 8/3 (2,666), 11/3 (3,666) y así sucesivamente.
¿SE ADMITE VISA?
Y ahora, si eres trihexafóbico, pregúntate ¿hasta dónde estás dispuesto a llegar? Porque no hay límites con esto de 666 El número de la bestia.
Verás, volvamos a la Biblia, al Apocalipsis, cuando habla del número de la bestia, el versículo del que hemos hablado antes era el 13:18, pero si nos vamos al anterior, el 13:17, dice:
“Y que ninguno pudiese comprar ni vender, sino el que tuviese la marca o el nombre de la bestia o el número de su nombre.”
O dicho de otro modo, si no tienes el número de la bestia, te mueres de hambre porque no puedes comprar ni vender.
Y eso nos lleva a hablar de algún que otro susto que se han llevado los trihexafóbicos, por ejemplo, el de la tarjeta VISA.
Es la tarjeta de crédito por antonomasia, aunque haya otras. Nació en 1958 y nunca, que se sepa, se ha explicado el origen de tan curioso nombre. Sin embargo, para los conspiranoicos, cuya imaginación no tiene límites, está muy claro:
6, en números romanos, es VI
6 es el equivalente numérico de la letra griega Sigma, equivalente de la S.
Y 6 es el significado numérico de la letra babilónica A. (*)
(*) Yo, personalmente, esto no me lo trago. He estado buscando la correlación entre la A en los diferentes alfabetos cuneiformes: babilonio, asirio y ugarítico y ninguna se corresponde con la grafía del símbolo equivalente al 6. Pero tampoco se trata de ser tan tiquismiquis y no voy yo a estropearles la teoría a los amigos del club 666.
Claro como el agua clara: VISA es el 666 y, si no tienes VISA, no puedes comprar ni vender. Si a eso le sumamos las recientes noticias de que el dinero en efectivo va camino de desaparecer, como se puede ver en estos enlaces, entonces ya, cristalino.
Si se quiere, se puede encontrar más en la tarjetita dichosa. Por ejemplo que el icono que la representa es el Ave Fénix, a quien se relaciona, entre otros, con el dios del mal Fenex, de los fenicios.
También se apunta a que el Ave Fénix aparecía en algunas monedas romanas.
¿Y eso qué? Pues nada, pero cuantos más datos se aporten más fuerza tendrá la teoría, supongo.
Y AHORA, EL CÓDIGO DE BARRAS
Todos sabemos lo que es el código de barras, pero por si hay algún neanderthal leyendo estas líneas que aún no lo sepa, aquí está la explicación de la Wiki.
Resumiendo, es un conjunto de líneas negras sobre un fondo blanco que deja entre ellas espacios, y escaladas proporcionalmente.
Son bidireccionales, es decir, que el resultado es igual se empiecen a leer desde un extremo o el otro. Tiene dos líneas iniciales, le sigue un primer grupo, otro par de líneas separadoras, un segundo grupo y otras dos líneas de cierre o finalización.
Los partidarios de equiparar al código de barras a la bestia apocalíptica lo han hecho fácil: las dos primeras líneas son un 6, las dos centrales otro 6 y las dos de cierre otro 6 más. Listo: 666 El número de la bestia.
Y así se cumple aquello de… “ninguno pudiese comprar ni vender, sino el que tuviese la marca o el nombre de la bestia o el número de su nombre”. (Salvo el chino de la esquina, que sigue etiquetando los artículos a mano con pegatinas adhesivas, porque la Biblia le cae muy lejos)
Esta teoría resultaría muy atractiva e incluso inquietante si no fuese por el hecho insignificante de que es falsa. Las dos barras de inicio, separación y cierre no son seises. No son nada numérico. Son simples controles.
El 6 es parecido, pero no igual. Son dos barras negras estrechas seguidas de una barra blanca muy ancha.
En el código de barras del ejemplo hay, precisamente, un seis y se puede ver fácilmente que no se corresponde con las barras laterales y centrales que hay en cada código.
No obstante, por más que se repita y explique, a los que les gusta esta teoría no se la va a estropear la realidad. De modo que, nada, adelante: a seguir huyéndole al 666. O al 616.
O a lo que sea, el caso es temer a algo. La lista es infinita: las vacas locas, la gripe A, la peste porcina, el virus Zika, la gripe aviar, el ébola, el efecto 2000… Cada época tiene lo suyo: la guerra atómica, la llegada del año 1.000, el cometa Halley, que el cielo se derrumbe sobre nuestras cabezas…
Y hay otros que son clásicos y están siempre: un gato negro que se cruza, una sal que se vierte, una escalera bajo la que pasamos… y, por supuesto, ¡el 666, el número de la bestia!