Las relaciones tradicionales o folclóricas de los vikingos con los cuernos son muy estrechas, pero, de las dos principales que hay, una es falsa y la otra no está muy claro que sea cierta.
La primera es la de la presencia de cuernos en los cascos. Esa es completamente falsa.
Nunca llevaron cuernos en sus cascos y yelmos. Está totalmente comprobado por los útiles encontrados en enterramientos y otros restos excavados.
Ni un solo caso vikingo llevaba cuernos. Entonces ¿de dónde viene esa creencia?
Inicialmente, allá por 1820, August Malmström, pintor sueco, ilustró el poema épico Frithiof’s Saga y, para dar mayor ferocidad y agresividad a aquellos terribles guerreros del norte, añadió cuernos a sus cascos.
Pero la cosa no quedó ahí. Cincuenta años más tarde, en las cuatro óperas de Wagner que componían El Anillo del Nibelungo, se continuó con la idea de Malmström y especialmente en “La Valquiria” y “El ocaso de los dioses”, para dar más fuerza a los personajes, se añadió cuernos a los cascos de los protagonistas.
Es decir, cuernos–cuernos se añadieron al malvado Hagen. Sin embargo al buen Sigfrido se le puso un cuerno con alas, como los del héroe galo de cómic Asterix.
Tuvo tal éxito la imagen que ahora ya, aunque sepamos que no eran así, es prácticamente imposible dibujar o representar vikingos sin cuernos en los cascos porque… no parecerían vikingos.
No es lo mismo llevar cuernos que ponerlos
La otra relación está en la expresión de “llevar cuernos” o “poner cuernos” como expresión de sufrir infidelidad por parte del cónyuge o pareja.
Teorías de ese origen hay muchas, extendidas por todas partes. Para unos tiene su origen en la mitología, cuando Pasífae engañó a su marido, el rey de Creta, con un hermoso toro y engendró al monstruoso Minotauro.
O cuando Hermes, metamorfoseado en macho cabrío, copuló con Penélope, esposa de Odiseo, y engendró al dios Pan, que tenía cuernos y pezuñas de cabra.
O incluso en el propio Pan, poseído siempre por un gran instinto sexual y que andaba a la caza de jóvenes doncellas.
Para algunos cristianos, los cuernos son los del demonio, y Eva se los puso a Adán cuando lo engañó.
Para otros el origen está en animales de sexualidad poderosa, que portan cuernos, como el ciervo o el toro, capaces de satisfacer sobradamente a la hembra y cuando un hombre no lo hace con la suya por debilidad, necesitan que le pongan cuernos recibiendo “ayuda” de otros que sí tienen esa potencia.
Hay muchas más, junto con anécdotas, historias y refranes, pero aquí estábamos hablando de vikingos, de modo que volvamos a ellos.
Cuando llevar cuernos era un honor
Para muchos nobles (y no tan nobles) el que el jefe o el rey yaciese con su esposa era todo un honor. Entre los vikingos y los britanos parece que estaba bastante extendido.
Dicen que cuando el gerifalte llegaba a la choza o aposento a ejercer su derecho de pernada se colocaba una preciosa cornamenta colgada en la puerta o fachada, indicando que el baranda estaba dentro disfrutando de sus “derechos”.
De ahí viene (aunque no está claro si fueron primeros los vikingos o los britanos en aplicar el código) la expresión de “poner los cuernos” o “llevar cuernos”, aunque en un principio, como se dijo antes, no era motivo de deshonor sino todo lo contrario.
Tal es así que a los escudos de armas de los nobles se añadían los correspondientes cuernos, para indicar que el rey había hecho el honor de poseer a la esposa del cornudo.
De aquellos revolcones extramaritales nacían los correspondientes bastardos, que tenían también sus derechos reales, aunque de segunda fila. Para indicar su condición, su nombre se escribía en letra cursiva o inclinada, llamada también por ello letra bastardilla.