El pasado día 24 de septiembre subí una entrada relativa a las redes sociales y su censura. Se llama «No caigas en sus redes». En ella dije que, harto de ellas, había cerrado mis cuentas de Instagram y Facebook.
Conservaba, y conservo aún, la cuenta de Twitter, esa red gobernada por la extrema izquierda, como tantas otras, y donde hay una censura similar a las demás que maneja la ultraizquierda.
Sigo allí aún, no sé por cuánto tiempo, porque la utilizo como fuente de información selectiva. Pero a lo que iba, que es a la censura.
Mi actividad en el pajarraco azul es mucho menor a la que desarrollaba antes, hace años, pero todavía digo algo, a veces.
El día 25 de septiembre me encontré con que me habían censurado temporalmente, creo que fue durante 24 horas. Este era el mensaje:
¿Y qué es lo que había hecho yo, qué pecado había cometido, qué información engañosa y potencialmente perjudicial había expandido con relación a la Covid-19?
Pues se me había ocurrido decir que, en algunos sitios, como era Noruega, ya consideraban la pandemia superada y la Covid-19 pasaba a ser una enfermedad estacional, como la gripe.
¿Me había inventado yo esa noticia? ¿Era una fake-news? No, simplemente lo había leído en diferentes periódicos digitales. Y algunos habían empezado a decirlo ¡en Junio! Y yo lo tuiteé en septiembre…
Esto es solo un desahogo por una pecata minuta. Hay gente a la que le hacen marranadas mucho más gordas por razones absurdas. Y no hay posibilidad de réplica. Se trata de acallar a los disidentes, como en cualquier dictadura que se precie.
El rejodido pajarico azul, o sea Twitter, que debería ser el pajarico rojo, es un nido de censores y enemigos de la libertad de expresión, aunque les encante estar hablando siempre de Franco. La «francobsesión» es una enfermedad que, al parecer, no tiene cura.