Nacho se ha ido a buscar a Arturo
Primero, el 5 de Febrero de 2012, y de repente, sin darnos tiempo a prepararnos, se fue Arturo, el rey, el líder . Luego, nueve meses después, en Septiembre del mismo año, y también rápido, se marchó Nacho a buscarlo.
Pequeño de tamaño pero gigante de valor. No era el líder porque no quería, le dejaba ese engorro a Arturo, que pensara el otro, que marcara el rumbo el jefe. Pero si había que defender algo ¡Ay, amigo…! Ahí estaba Nacho, dando un paso al frente. No había rottweiler, doberman o mastín que le tosiera. En cuestión testicular era talla XXXL.
Chiquito pero matón
No tenía juguetes porque nunca le interesó ni supo jugar. Tampoco tenía el pecado de la gula. Comida, poca, casi a la fuerza. Bueno, mejor dicho, comida poca… de la suya. Sin embargo era feliz en un cumpleaños rodeado de chuches: pajitas, patatas fritas, gusanitos… o comida de gatos, eso también. Ah, y le gustaban mucho los gatitos cachorros. Cuando crecían y se hacían adultos ya era otra cantar.
Pasión por los gatitos
No sabemos cuál era su raza, apareció un día por nuestra calle perdido, desorientado, posiblemente abandonado por algún desalmado. Vagó por los alrededores dos o tres días hasta que lo llevamos a casa y ya nunca le faltó un hogar. Por su aspecto parecía tener mezcla de pekinés y de papillon, especialmente por las orejas tan peculiares que tenía, pero… ¡vaya usted a saber!
Tuvo una agilidad de gacela hasta el final de sus casi quince años que iba a cumplir. De dientes ya no andaba tan bien a esta última edad. Y lo que siempre mantuvo bien alto fue el estandarte de la lujuria, su pecado favorito. Nuestro Nacho era todo un viejo verde.
Después su hígado dijo basta y ya está en el cielo de los perros con Arturo, esperando que le digan si toca dormir o si hay que ir a marcar el territorio en aquella nubecilla de allí. Y si por el camino se encuentran algún pastor alemán, ya se encargará Nacho de ponerlo en su sitio.
Que Dios os bendiga a los dos por tanto bueno como nos habéis dado.
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